En la China

La atención del mundo ha estado puesta en noticias como la renuncia de Benedicto XVI, la enfermedad y muerte de Chávez y la designación del papa Francisco; en tanto en Beijing se ha producido un evento de enorme trascendencia, pero que no ha generado el necesario escrutinio: el nombramiento como presidente de la nación por parte de la Asamblea Popular de Xi Jinping.

La atención del mundo ha estado puesta en noticias como la renuncia de Benedicto XVI, la enfermedad y muerte de Chávez y la designación del papa Francisco; en tanto en Beijing se ha producido un evento de enorme trascendencia, pero que no ha generado el necesario escrutinio: el nombramiento como presidente de la nación por parte de la Asamblea Popular de Xi Jinping.

En una votación que semeja el resultado de la reciente consulta entre los habitantes de Las Malvinas acerca de cuál país preferían y que se saldó con un 98.5 de los votos por Gran Bretaña y 1.5 por ciento por Argentina, la Asamblea Popular China APCh designó como Presidente por dos mil 872 votos a favor y solo uno en contra a uno de los llamados "príncipes".

A Xi Jiping se le califica con el apelativo de "príncipe", pues así se conocen en la jerarquía política del país asiático a los que son descendientes de los más altos directivos del Partido Comunista Chino PCCh.

Xi ya había sido escogido, a fines del 2012, como Secretario General del Partido y se le había designado como el más alto dignatario de la poderosa Comisión Militar, así que solo le faltaba la presidencia para completar la triple corona y convertirse tanto en el jefe del PCh y jefe de gobierno.

El recién designado llega al poder en un momento de definiciones cuando el modelo establecido por Deng Xiao Ping comienza a hacer agua y la segunda potencia económica y el país más poblado del mundo enfrenta una enorme corrupción, protestas de diversos grupos que reclaman mejoras inmediatas en su situación económica y una mayor libertad que los exima de la asfixiante censura impuesta por el partido único; que combata las incipientes desigualdades que produce el híbrido sistema económico y que enfrente a un proceso productivo contaminador y degradante del ambiente.

Desde la fundación de la República popular China por Mao y Chou En Lai, hace más de 60 años son cinco las generaciones que se han sucedido en el poder y las dos últimas- la de Hu Jintao y a de Xi han accedido pacíficamente sin las convulsiones vistas en la sucesión de Mao o el ascenso al poder de Deng. El cargo es asignado por cinco años, pero seguramente se extenderá el mandato a 10 y así se podrá ver si de veras el nuevo líder es capaz de enfrentar la corrupción que carcome la estructura política y las instituciones de la potencia asiática.

De ser cierta su cruzada anticorrupción a los primeros que tendrá que poner en cintura es a los miembros de su familia que amasan una fortuna estimada en cientos de millones de dólares obtenidos en medio de una corrupción de características similares a la que se vivió en Rusia tras la caída del imperio soviético.

El ingeniero de 59 años tiene la monumental tarea de sacar a su enorme país de la turbulencia actual y de diseñar con el todopoderoso PCCh una alternativa viable a la confrontación entre dos sistemas absolutamente incompatibles.    

EL NUEVO DÍA

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