Lo previsto y consecuencias

Han de ser los venezolanos quienes resuelvan sus problemas y se den el gobierno que establezca la mayoría, lo que sí se debe reclamar es que se respeten las reglas del juego democrático y que no vaya a correr sangre.

Las más oscuras premoniciones acerca de la jornada electoral de Venezuela parecen estarse cumpliendo. Ya se advertía en estas líneas el pasado domingo y se señalaba que por encima de las encuestas, la participación de la gente en las manifestaciones que se escenificaron en las calles venezolanas en la corta campaña electoral y los votos depositados quien tenía en sus manos el resultado era el obsecuente Consejo Nacional Electoral, CNE, al mando de Tibisay Lucena, una incondicional del gobierno que bien parece una versión en caraotas de la Directora del DAS colombiano, María del Pilar Hurtado.

No se necesita ser arúspice ni tener capacidades adivinatorias pues lo ocurrido en el vecino país lo permitía presagiar: todos los poderes alineados con el candidato gobiernista, las chequeras oficiales y de PDVSA hacían correr ríos de dinero; al cierre del consulado en Miami que complicaba la votación de los venezolanos en la Florida, Georgia y las Carolinas e añadió el cierre de las fronteras con Colombia, Brasil y la Guayana desde el martes con idéntica intención. Para no hablar del enorme desequilibrio en los medios electrónicos oficiales o cooptados , de las brigadas motorizadas para amedrentar a los opositores o la opresiva presencia de funcionarios que revisaba y amenazaba a empleados públicos o beneficiarios de las misiones para presionar su voto.

Nada de eso fue suficiente pues el candidato oficial carece de las más mínimas calificaciones para dirigir un país en el caos económico y social en que se encuentra  Venezuela.

El día de las elecciones fueron denunciados más de tres mil eventos que atentaban contra el libre discurrir de las votaciones ya que se pudo observar, en los canales internacionales, a sujetos con numerosas cédulas de ciudadanía, urnas con votos arrojadas en basureros, personas uniformadas acompañando a votantes, mesas de votación que no funcionaron en todo el día y toda suerte de presiones en lugares muy precisos. Cerradas las votaciones se produjo una misteriosa, coordinada y simultánea serie de apagones en el momento de transmitir los datos.

Por supuesto que existen métodos de medición que pueden señalar el resultado de las urnas con mucha precisión antes del resultado oficial, como es la recepción de datos a boca de urna, y la combinación de datos históricos y tendencias que permiten una aproximación certera que fue lo que indicó a la Mesa de Unidad lo que estaba ocurriendo mientras el CNE se demoraba.

Todo lo anterior llevó a que uno de los cinco miembros de la autoridad electoral solicitara el recuento total de los votos para desechar dudas. La propuesta fue secundada por Maduro y Capriles la noche del 14, antes de que la CNE anunciara un resultado parcial que le daba el 50.66 por ciento de los votos a Maduro y el 49.07 por ciento a Capriles.

Al otro día el CNE convocó apresuradamente a Maduro para entregarle la credencial presidencial, manifestó que el recuento no serviría para dilucidar nada y publicó nuevos datos en los que la diferencia se ampliaba a pesar de que se estaban contabilizando los más de 100 mil votos de los venezolanos en el exterior. El último registro fue de 50.75 por ciento para Maduro y 48.98 para Capriles.

Los países de Unasur y especialmente los grandes deudores de Venezuela como Argentina, Cuba y Nicaragua se apresuraron a reconocer la victoria de Maduro en tanto otros como España y la Unión Europea se mostraron inconformes.

Capriles llamó a la protesta hasta que se produzca el recuento y Maduro ha dado orden de reprimir por la fuerza las manifestaciones y amenazó a la prensa independiente.

Quien finalmente quede (sin duda, Maduro) se habrá ganado la rifa del elefante con un país con más de 20 mil asesinatos anuales, inflación superior al 30 por ciento, un déficit fiscal del 20 por ciento, un endeudamiento que bordea los 160 millardos de dólares, los precios del petróleo y la producción del combustible a la baja, desabastecimiento  y el aparato productivo desmantelado.

Han de ser los venezolanos quienes resuelvan sus problemas y se den el gobierno que establezca la mayoría, lo que sí se debe reclamar es que se respeten las reglas del juego democrático y que no vaya a correr sangre.

EL NUEVO DÍA

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