Memoria frágil

Como pronto se olvidará la compra de votos, los candidatos en cuerpo ajeno, los acusados de nexos con los paramilitares y narcotraficantes, los saqueadores del erario y los absolutamente incapaces.

Modos a una manifiestan que hubo fraude en las elecciones del domingo o, mínimo, que los votos por sus aspiraciones no aparecen. Desde Clara López, la candidata del Polo, y Martha Lucía Ramírez, la apuesta de los conservadores, hasta Fernando Londoño, el ideólogo del Centro Democrático, y Fabio Valencia, el nuevo mejor amigo del senador Álvaro Uribe, sin excepción manifiestan que alguien les birló los votos. Si hasta los liberales dicen que sus votos en Bogotá se han esfumado y los del Mira aducen que sus votaciones por Cámara y Senado no coinciden.

El senador Uribe dice que el Congreso es ilegítimo, la candidata Ramírez reclama la vigilancia de la OEA para las presidenciales y el exministro Valencia, experto en estas lides, eleva su voz de protesta.

El exministro Londoño argumenta, como prueba reina, que salieron elegidos muchos senadores oriundos de la Costa Atlántica; pero nadie parece haber hecho el inventario de cuántos oriundos de Antioquia recibieron el apoyo del elector.

La trifulca no es nueva, ya que a lo largo del Siglo XX la manipulación de las elecciones fue siempre un caballito de batalla para controvertir gobiernos, con episodios como la derrota de los candidatos conservadores en el 30, de los liberales en el 46, la abstención de los rojos en el 50 y la derrota, en el escritorio, de Rojas en el 70.

Basta recordar un episodio de 1994, cuando estaba en disputa la gobernación de Antioquia entre Álvaro Uribe Vélez y Alfonso Núñez Lapeira. Los adalides de las dos campañas eran, a su vez, Mario Uribe -el primo, hoy condenado, del expresidente- y Fabio Valencia Cossio.

Como ahora Valencia salió a decir que a su candidato le estaban robando las elecciones y se fue con su gente a reclamar a la Registraduría de Antioquia. Allí, como era de esperarse, se trenzó a epítetos y empujones con Mario Uribe hasta cuando llegó Álvaro Uribe y la cosa pasó a mayores, hasta que la Registraduría se tornó en ring de boxeo con púgiles de lado y lado.

Tiempo después Valencia aseveró que las Convivir eran una forma de legalizar al paramilitarismo. Pero ¡oh, sorpresa! los contendores de otrora firmaron la paz y Valencia fue embajador y ministro de Uribe, su principal escudero en la batalla por la reelección y, ahora, de nuevo uno de sus voceros más caracterizados. Lo dicho y todo lo demás quedaron en el olvido.

Como pronto se olvidará la compra de votos, los candidatos en cuerpo ajeno, los acusados de nexos con los paramilitares y narcotraficantes, los saqueadores del erario y los absolutamente incapaces.

¡Y todos tan contentos!

REDACCIÓN EDITORIAL

Comentarios