La celebración folclórica que queremos

Estamos a poco menos de un mes del comienzo oficial de la versión número 50 del Festival Folclórico Colombiano y se espera que esta sea una celebración inolvidable, no solo por la cantidad de artistas invitados, por el número de asistentes a los espectáculos programados, las grandes dosis de aguardiente repartido, las elevadas ventas en casetas, restaurantes y hoteles, sino por la calidad de las presentaciones, la organización, la puntualidad y el civismo (“Comportamiento respetuoso del ciudadano con las normas de convivencia pública”, como lo define el Diccionario de la lengua española).

Este año los ibaguereños estamos en la obligación de no repetir la funesta historia de 2023, cuando las fiestas fueron el modelo de todo lo que no se debe hacer. Hay que comenzar porque exista coordinación entre los organizadores (Gobernación, Alcaldía, Ministerio de Cultura) y que no sean competidores entre sí, como ocurrió en el pasado Festival, cuando la Gobernación y la Alcaldía se encargaron de manera independiente de los eventos, lo cual ocasionó que las dos entidades rivalizaran, y que los desfiles concluyeran en un desastre y en un cruce de acusaciones mutuas por la desorganización.

Las mandatarias seccional, Adriana Magali Matiz, y local, Johana Aranda, han demostrado que se puede trabajar de forma colaborativa, en bien de los tolimenses, sin privilegiar los intereses políticos o personales, por lo cual esperamos que la organización del Festival sea articulada entre las dos entidades y no sea una disputa de egos.

También es de esperar que en esta ocasión, los protagonistas no sean el excesivo consumo de licor, las riñas callejeras, el desorden y el desaseo en escenarios culturales y las vías por donde pasarán los desfiles de San Juan y San Pedro. Así mismo, que turistas y lugareños hagan gala de civilidad y no destruyan el ornato de los separadores de la Quinta; ya vimos que la Alcaldía está ejecutando acciones para protegerlo, pero se requiere que los ciudadanos aprecien los bienes públicos.

A una cuidadosa programación, hay que añadir una intensa y permanente campaña de educación ciudadana para recordarles a los asistentes que esta es una fiesta pacífica y que nació como una celebración de alegría y festejo, con la intención de que los tolimenses sanaran  las profundas heridas que dejó la violencia de mediados del siglo pasado.

 

El Nuevo Dia

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