¡A pedalear!

Los bogotanos están desesperados. Habituados a salir de “la nevera” puentes y fines de semana, hoy tienen la ciudad por cárcel. En el entretanto hemos experimentado nuevos hábitos que llegaron para quedarse: las citas de negocios se hacen por Zoom, Teams o Google Meets; el uso de la bicicleta es otro ejemplo: un medio de transporte eficiente, económico, amigable con el medio ambiente, que espacia las visitas al médico, pues aleja la diabetes, reduce el peso y el colesterol.

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Haciendo una pausa del asfixiante aislamiento fui a la barbería para que una de mis queridas correligionarias me peluqueara.

¡A cuidar el queso!

Los tolimenses haremos con nuestro territorio lo que nos propongamos. Le prometimos a Colombia los mejores Juegos Nacionales de la historia, pero en lugar de dar un salto cualitativo en nuestro urbanismo, destruimos los escenarios deportivos y en nuestras narices se robaron la plata.

Manos a la obra

A ningún tolimense le sorprendió que Ibagué apareciera en el podio nacional del desempleo. Uno de cada tres conciudadanos no tiene como llevarle el sustento a su familia, y la mitad de los jóvenes no halla qué hacer. 31,7%, y 44%, respectivamente, para ser más exactos.

Cuadremos el triángulo

Mircea Eliade, erudito pensador, novelista e historiador de la religión, estudió los mitos de diversas culturas y le dio a dicho concepto una nueva perspectiva sociológica. Desestimó esa idea arrogante de la Ilustración que los consideraba acontecimientos sacralizados por sociedades arcaicas, que deformados devinieron dogmas de una humanidad primitiva.

La insoportable levedad

Hasta hace tres meses todos queríamos ser delgados, esbeltos, ligeros, no solamente por razones de salud, sino para tener una apariencia atractiva, interesante, seductora. Pero esos propósitos de prolongar la juventud a punta de sacrificios dietéticos y rutinas aeróbicas se han echado a perder con el confinamiento. Una vez termine la casa por cárcel y antes de regresar a los gimnasios y campos deportivos, saldremos a la calle con los bolsillos vacíos, la correa dos huecos más larga y tapabocas Leonisa, para que no se desparramen los cachetes. La moda light habrá sufrido un golpe letal.

Años dorados

A raíz de mis recientes columnas en este medio, una querida amiga me reclamó por lo aburrido que me he vuelto. Otro, un masón intelectual, dijo con la ceja levantada que estaba cogiendo un tono predicador y pastoral. Llegué a mi casa preocupado y le conté a mi mujer: - Tienen toda la razón, la cantaleta es para los hijos.

No es tiempo de morir

“Todo tiene su tiempo, y todo lo que se quiere debajo del cielo tiene su hora”, nos recuerda el Eclesiastés, y pasa a enumerar momentos clave que viviremos todos los humanos: Tiempo de nacer, tiempo de morir; tiempo de plantar, tiempo de cosechar; tiempo de destruir y tiempo de edificar; tiempo de callar, tiempo de hablar; tiempo de esparcir piedras, tiempo de juntar piedras, etc. Los griegos acuñaron tres expresiones para referirse al tiempo: cronos, kairós y tánatos.

Tanto va el cántaro al agua

No tiene nada de malo pensar en grande, cumplir sueños, ser ambiciosos. Es el mantra que repetimos desde que la caída del muro de Berlín derrumbó el comunismo. El capitalismo triunfó y pudo mostrar su verdadero rostro. Se despojó del ropaje con el que fue presentado en las instituciones educativas y los libros de Historia, desde la Revolución Francesa: libertad, igualdad, fraternidad. También de su ética cristiana, católica o protestante: austeridad, solidaridad, trabajo duro. El bienestar derivó en consumismo, la cultura en farándula, el deporte en religión y la política en clientelas. Todos, negocios de fábula, que hasta ayer creíamos indestructibles.

La crápula utopía

Todos reflexionamos sobre la vida y si hay o no un propósito en ella, desde tres ópticas principales: religiosa, filosófica (política) y científica. La religión sacraliza valores universales como solidaridad, caridad (amor en su sentido más amplio), el anhelado deber ser. La política los seculariza modelando utopías sociales, fijándole límites al poder, propiciando el bien común.