Las láminas de la Real Expedición Botánica: tras las huellas de Mutis en el Tolima

Crédito: Suministrada / EL NUEVO DÍAIconos colombianos que reposan en España
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En ocasión al reconocimiento del legado de Mutis, se relata el trasegar de las láminas de la Real Expedición Botánica que están en España y sobre las cuales a Colombia le asisten derechos.
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Suministrada / El Nuevo Día
Suministrado / El Nuevo Día. Guillermo Pérez Flórez

El tesoro Quimbaya y las láminas de la Real Expedición Botánica en la Nueva Granada, son dos iconos colombianos que reposan en España. El primero, en el museo de América, y el segundo en el Real Jardín Botánico de Madrid. De tiempo atrás, diversas voces argumentan que estas dos maravillas históricas deberían ser repatriadas, porque al país le asisten derechos históricos. 

Del tesoro Quimbaya mucho se ha escrito respecto a la manera como fue a parar a manos españolas, y de las responsabilidades que en ello le conciernen a la élite política colombiana. De hecho, la Corte Constitucional ordenó la repatriación hace ya casi seis años. De las láminas de Mutis, en cambio, ha sido menor el ruido.

Detrás de ellas existe una historia fascinante, casi cinematográfica, desconocida por la opinión pública. La colección tiene más de 7.600 dibujos, de altísimo valor artístico. En 1817 fueron llevados al Real Jardín Botánico de Madrid, luego de que fueran sacados de Colombia cuando todo indicaba que las huestes patriotas comandadas por Bolívar se alzarían con la victoria.

El capitán Rafael Sevilla, miembro del ejército español comandado por Pablo Morillo, en su libro de memorias, da cuenta de la forma como se produjo este traslado, desde Santafé de Bogotá. 

Dice Sevilla: “El 2 de junio me comisionó S. E. para inventariar todo lo que había en la casa llamada de botánica. Era un verdadero museo de cosas raras, objetos preciosos del reino mineral, colecciones de maderas; muestras de cristal de roca, de oro y platino; la macana y la hamaca del último cacique de Bogotá; la riquísima custodia que había regalado la ciudad de Cartagena, la terrible águila viva que habían traído de Popayán, como símbolo de la libertad, la cual al ser cogida había devorado a un hombre, y otra infinidad de curiosidades, era lo que tenía yo que encajonar, clasificar e inventariar. Imposible me habría sido cumplir solo aquella comisión. 

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“Afortunadamente, entre los prisioneros aristócratas estaba el doctor Mutis, sabio naturalista, que había sido jefe de policía bajo el gobierno rebelde. Este señor, trabajando diariamente desde las ocho de la mañana a las cuatro de la tarde, con centinelas de vista, siendo yo simplemente su ayudante, en menos de treinta días ordenó y envasó lo principal de aquel museo en ciento cuatro cajones de a vara en cuadro. Lástima grande que un hombre de tanta ciencia y bellas cualidades se hubiese metido en las revueltas políticas. 

“Yo trabajé también cuanto pude. Después continué en la oficina mi trabajo de quince horas diarias, sin más tiempo libre que las tardes de los domingos, en que paseaba a caballo, uso muy establecido en aquel país por los individuos de ambos sexos”.

Sevilla se refiere a Sinforoso Mutis, sobrino de nuestra cumbre botánica, a quien sucedió al frente de la Real Expedición, tras su muerte en 1808. Este episodio, en el tramo final de la guerra de independencia nos indica varias cosas. 

La más importante, quizás, es que aun en medio del humo de los cañones y de la pólvora, cuando todo le aconsejaba al ejército español que debería retirarse, alguien tuvo conciencia del inestimable valor de la obra de Mutis y de sus discípulos, la cual no podían abandonar a su suerte, sin saber el destino que tendría en la naciente república. Años más tarde, ya en el siglo XX, las láminas salieron de España y fueron resguardadas en Suiza, y posteriormente en Valencia, ante el asedio que sufría Madrid por las huestes nacionalistas durante la guerra civil. 

Es esperanzador que en esos dos momentos bélicos hubiera mentes y corazones lúcidos que comprendieran la dimensión científica de esta obra. El público en general vino a saber de ella, tras los acuerdos culturales firmados entre Colombia y España, celebrados en 1952, con lo cual se abrió paso la divulgación.

Muchas de las especies clasificadas durante la Real Expedición se consideran extintas, al no haberse vuelto a localizar en los 200 años transcurridos desde entonces. Tal era el caso de la Passiflora mariquitensis, que el 14 de octubre de 2019 reapareció en el jardín de la familia Velásquez Gamboa, en San Sebastián de Mariquita, gracias a un paciente trabajo de Orlando Velásquez y de su hija, la bióloga Adriana, que han dedicado buena parte de sus vidas a su búsqueda y propagación.

Tuve la fortuna de ver esta planta renacida, fotografiarla y contribuir a la divulgación de este hecho. La resurrección de la Passiflora mariquitensis es una de las noticias más positivas que se han dado en este campo, durante los últimos tiempos.

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El 11 de noviembre de ese mismo año, visité el Real Jardín Botánico de Madrid, y gracias a la buena disposición de Esther García, la directora del archivo del Real Jardín Botánico, pude ver la lámina original pintada por Francisco Javier Matiz, y al mismo tiempo dejar la prueba documental del regreso de la Passiflora mariquitensis. De esa colección, más de 1.200 fueron pintadas en Mariquita. ¡Qué orgullo!

En lo personal fue ese un momento mágico. Esta semana, por invitación que hiciera María Victoria Vila, directora del Mariposario del Tolima, una delegación del Real Jardín Botánico, encabezada por don Esteban Manrique, su director, visita al Tolima, en un programa denominado ‘Tras las huellas de Mutis’.

Hoy (ayer) la visita es a San Sebastián de Mariquita, municipio que alojó durante siete años a Mutis y a los pintores. En desarrollo del programa, la Fundación Segunda Expedición Botánica condecorará a la entidad española, por la conservación y cuidado de las láminas.

Durante mi estancia en Madrid, siempre que pasaba por el Real Jardín Botánico o por el Paseo del Prado, tenía la convicción de que allí, en ese hermoso lugar, había algo que me pertenecía como mariquiteño, como tolimense y como colombiano. Hoy debo confesar que no estoy muy seguro de que esas láminas deban volver a Colombia. No al menos, hasta que las honremos y demostremos ser dignos de ese legado.

No hemos sido suficientemente diligentes en la protección de nuestro capital natural, basta con mirar el estado en el que se encuentra el bosque Mutis, ello nos inhabilita desde la perspectiva ética y moral para reclamar la repatriación de las láminas. Probablemente, no sea políticamente correcto decirlo, pero es lo que siento desde lo más profundo de mi conciencia, y en medio del dolor y de la impotencia que me causa su estado actual.

En mi condición de director de la Fundación Segunda Expedición Botánica, registro con inmensa complacencia esta visita, y hago votos porque ella permita restablecer los vínculos que desde la ciencia y el amor a la tierra tejió el sabio gaditano con una amplia red de científicos europeos. Mutis nos sigue convocando aún después de 240 años. Debemos ir tras sus huellas.

 

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Credito
GUILLERMO PÉREZ FLÓREZ / Director de Funbotánica

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