El día del juicio

Alberto Bejarano Ávila

Aunque los efectos del mal de la decadencia están extendidos por todo el Tolima y por tanto el remedio a tan avanzada dolencia merece tratamiento profundo e integral y no paliativos carentes de imaginación, carácter e ideas que solo la han agravado, hasta convertirla en casi que incurable, haré una pausa al criterio atrás expuesto para opinar sobre Ibagué, su capital.
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Creo es innegable que por perene irresolución en la gestión pública Ibagué sufre progresivo deterioro de vías urbanas y rurales, acueducto, semáforos, seguridad, basuras, convivencia, empleo, infraestructura educativa, escenarios deportivos y, podría afirmarse, que en todo ámbito público y por ello hoy sufrimos una realidad ruinosa física y moralmente que anuncia un futuro incierto, lacerante verdad que camuflan con fábulas miliunanochescos.

El juicio de culpa no debe centrarse solo en el mandatario de turno (“el árbol no deja ver el bosque”), pues tal persona es fugaz circunstancia coyuntural que cumple mediocre gestión imbuido por una mezquina lógica sobre lo público y por obedecer o emular a cuatro o cinco, dizque lideres políticos, que desde hace treinta o cuarenta años han usado, como propiedad feudal, oportunidades y recursos de Ibagué y que ya se aprestan a manipular el cuatrienio 2024-2027, sin que haya contrapeso idóneo, democrático y ético, para romper la tendencia. Un juicio severo al respecto partiría de aclarar por qué vemos como normal tal aberración política qué hizo del nuestro un municipio destrozado y lleno de incertidumbre y no sugiero juicios a partidos políticos porque no existen, son meras caricaturas o espejismos utilizados como trampolín y como careta para disfrazar poderes personalistas y por ende ilegítimos.

¿Y quién le pone el cascabel al gato? Ojala “no se pongan bravitos” si, respetuosamente, les planteo a gremios, academia, organizaciones sociales, agentes de opinión, medios y demás fuerzas vivas del pueblo ibaguereño (tolimense) que ya es época de encarar con rigor el reto de rescatar a Ibagué (el Tolima) evitando el autoengaño para no eludir o contemporizar con las evidentes causas y obstáculos del progreso y que, por ende, sería en el proceso electoral hacia octubre 29 que debemos exigir, admito mi ingenuidad, excusas sinceras por irrespetar a Ibagué, voluntad de enmienda para desistir de ese gamonalismo mediocre y medioeval y permitir que fuerzas idóneas y en verdad progresistas conduzcan al terruño a mejor destino.

Lo dicho exige que ninguna discrepancia en lo nacional evite la unidad en lo local y que los candidatos a alcaldía y concejo “aterricen” y no desvaríen con verbosidad vacía y, por tanto, expongan el pensamiento transformador del colectivo o partido que los nomina y las suyas propias y que, con planes estructurados, cronogramas precisos y presupuestos sustentados, desagreguen cada ítem del programa de gobierno que transformará o, al menos, iniciará en serio la trasformación de Ibagué (el Tolima). El día del juicio o momento de la verdad es ya, pues no conviene aguantar más esa politiquería que jamás nos permitirá disfrutar tiempos progresistas, tranquilos y generosos en oportunidades para las nuevas generaciones.   

 

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ALBERTO BEJARANO

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