Y con sus luchas la vida continúa

Alberto Bejarano Ávila

Como demócrata felicito a mis buenos amigos que, por convicción y no por pasiones, el 17J optaron por el continuismo creyendo así ayudar al mejor vivir de los colombianos. En otro artículo señale que, incluidos interinos, eran 18 (hoy 19) los presidentes post frente nacional y que ninguno fue responsable con el Tolima, por dos razones que ahora indico: una, porque el prioritario deber presidencial es atender el interés de los grandes poderes económicos y dos, porque el progreso regional no es tema que, en esencia, ataña al señor presidente y sí a los tolimenses. De tal modo que, salvo “milagros divinos”, nada nuevo y bueno esperemos en el próximo cuatrienio o sí, que al presidente 19 cumpla periodo para elegir el 20.

El progreso tolimense lo veo muy embolatado porque se persiste en la retórica desarrollista y el espíritu partidista y electoralista y pareciera que pocos, ni siquiera los progresistas (me excusan mis correligionarios) procuran dialogar sobre un proyecto político de región y sobre una nueva realidad política (no es lo mismo) que son ideas motoras de cambio.

Así se evade el pensamiento disruptivo que, para el caso, plantea que uno es el escenario nacional y otro el regional y, que si bien estos contextos se cruzan en la línea del tiempo, su examen tiene que separarse para entender cómo el presidencialismo, el centralismo y el mesianismo hace etérea y anodina a toda región débil y, por tanto, el por qué la construcción social y política de la región tolimense es presupuesto irrefutable en la visión del desarrollo.

La tesis de que el Tolima es territorio objeto de desarrollo obligadamente tiene que llevar a la teoría de que el Tolima debe que ser objeto de una nueva construcción política, diferente del anacrónico aparataje, de “derecha” e “izquierda”, hoy alejados, el primero, del concepto moderno de desarrollo económico y, el segundo, de las premisas constructivas de igualdad e inclusión social.

Se colegirá entonces porqué se requieren otros referentes de desarrollo socio-económico substancialmente opuestos a los que plantea el centralismo y que, sin duda alguna, serían los aconsejados en el marco teórico de la construcción social de región. Como corolario de esta visión política puede decirse que el progresismo en Colombia será viable si se levanta sobre regiones conscientemente progresistas o lo mismo, si se produce lo que he denominado un “big bang” de regiones.

Como todo indica que es grande el desinterés por esta temática y creyendo que los sucesos nacionales impactan negativa o positivamente el desempeño regional (más lo primero que lo segundo) pero que no tienen por qué determinarlo, solo quedan las opciones de persistir, así sea por mera afición personal, en pensar estas cuestiones y de alegar la necesidad de un gran acuerdo para construir la región tolimense.

Para consuelo mío y ojalá el de otros, cito un texto de Borges: “la derrota tiene una dignidad que la ruidosa victoria no merece”.

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