¿A qué llamamos normalidad ?

Carmen Inés Cruz Betancourt

Con frecuencia escuchamos el clamor por el “retorno a la normalidad” significando con ello el estado de cosas antes de febrero de 2020 cuando arribó el Covid-19 con sus efectos devastadores.
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Se ha optado entonces por llamar “normalidad” (entre comillas) a cuanto teníamos antes de tan infortunado evento, aun cuando sería más preciso hablar de “un antes y un después del Covid” para no correr el riesgo de que alguien crea que aquello era la “normalidad”, pues lo que teníamos era un alto nivel de inequidad socio-económica, politiquería y corrupción; guerrilleros y grupos criminales fortalecidos, gran número de desplazados por el conflicto, vastas zonas deforestadas, grandes cultivos de coca, un fortalecido tráfico de estupefacientes, altos niveles de desempleo agudizado especialmente entre los jóvenes y mujeres; informalidad y pobreza crecientes, una profunda brecha de género con grave detrimento para la mujer, un sistema de justicia en extremo deficiente y muy baja confianza en las instituciones; percepción de creciente inseguridad y menguada esperanza de avanzar hacia el logro de la paz que vislumbraba con la suscripción del Acuerdo de noviembre de 2016. De todo ello se tienen datos ampliamente conocidos, que en aras a la brevedad no hace falta reiterar aquí pero que son reportados por diversas fuentes nacionales e internacionales de reconocido prestigio. 

Por supuesto, se sabe que con la llegada de la pandemia aquellos problemas se han agudizado, muchas cosas han empeorado en forma abrumadora y así lo revelarán las cifras cuando se logren consolidar. Pero, aún en estas circunstancias es inaceptable que asumamos que un escenario como el que vivimos en 2019 y antes, sea considerado “la normalidad”, cuando en realidad lo que aquello muestra es una grave patología social; muy insano sería si en la mente de alguien queda el mensaje de que aquello es “la normalidad”, sin entender que precisamente por estar en tan calamitosas condiciones el impacto del Covid ha sido tan severo. 

Significa entonces que enfrentamos el desafío de aplicar esfuerzos adicionales y es una tarea que involucra a toda persona, donde quiera que se ubique en la comunidad; por supuesto, de modo muy especial a quienes ejercen algún tipo de liderazgo y han recibido mayores oportunidades en cualquier sentido. Y para levantar el ánimo en medio de la angustia, viene muy bien un estimulante mensaje atribuido a Albert Eisntein:

“… La crisis es la mejor bendición que puede sucederle a personas y países, porque la crisis trae progresos. La creatividad nace de la angustia como el día nace de la noche oscura. Es en la crisis que nace la inventiva, los descubrimientos y las grandes estrategias. Quien supera la crisis se supera a sí mismo sin quedar ‘superado’. Quien atribuye a la crisis sus fracasos y penurias, violenta su propio talento y respeta más a los problemas que a las soluciones. La verdadera crisis, es la crisis de la incompetencia. El inconveniente de las personas y los países es la pereza para encontrar las salidas y soluciones. Sin crisis no hay desafíos, sin desafíos la vida es una rutina, una lenta agonía. Sin crisis no hay méritos. Es en la crisis donde aflora lo mejor de cada uno, porque sin crisis todo viento es caricia. 

Hablar de crisis es promoverla, y callar en la crisis es exaltar el conformismo. En vez de esto, trabajemos duro. Acabemos de una vez con la única crisis amenazadora, que es la tragedia de no querer luchar por superarla”.

Carmen Inés Cruz

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