¿Para qué los andenes?

Carmen Inés Cruz Betancourt

La anterior parece una pregunta necia, porque se supone que todos lo sabemos. No obstante, cuando circulamos por las calles de Ibagué descubrimos que no es así porque los andenes, antes que posibilitar la circulación de los peatones, están abarrotados en primer lugar por vendedores ambulantes; en segundo lugar, muchos comerciantes los han tomado como una extensión de su negocio, y podemos anticipar que estos dos hechos se agudizarán en el mes de diciembre.
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Los andenes también son utilizados como parqueaderos de autos y motos y muchos motociclistas los usan para cortar camino y evadir trancones; así mismo, encontramos que algunos han sido tomados por indigentes y drogadictos que hacen de ellos su hábitat; otros más son utilizados como botaderos de basura y escombros o han sido invadidos por la maleza, y en todo caso, los hacen intransitables.

Todo ello sin importar que los peatones se vean forzados a caminar por las calles compitiendo con los vehículos cuyos conductores los insultan por invadir su espacio, y claro, ese cuadro explica buena parte de la accidentalidad, que es muy alta en la ciudad. A todo lo anterior se agrega que son muchos los sectores de la ciudad donde no hay andenes, y donde existen, es frecuente que tengan tantos desniveles y gradas o remedos de rampas mal diseñadas, que no solo ponen en riesgo a los peatones sino que los hace intransitables para personas mayores o con alguna discapacidad. Se suma el hecho de que son numerosas las construcciones que irrespetando normas urbanísticas minimizan el espacio correspondiente a los andenes y casi que construyen sobre ellos. Además, es frecuente que mientras desarrollan construcciones (y pueden llevar uno y dos años), se toman totalmente el andén y bloquean el paso a los de los peatones.

En estos términos, el paisaje en conjunto resulta desolador y pone en evidencia no solo ausencia autoridad sino una inaceptable incultura ciudadana, falta de respeto con la ciudad y con la ciudadanía. Es un hecho que todos estos problemas no los resuelve solo la administración municipal ejerciendo la autoridad, sino que en alto grado es responsabilidad de la ciudadanía, que con esos comportamientos muestran indolencia por no poner cuanto está a su alcance, y también por no exigir que las entidades competentes cumplan con sus responsabilidades, porque con tantas normas existentes en “este país de leyes y normas”, que cada uno de los hechos enunciados constituyen infracciones que pueden ser sancionadas.

Reconocer estos hechos y reflexionar sobre ellos es un reto que debemos asumir para encontrar soluciones en las que todos aportemos cuanto esté a muestro alcance. Mucho ganaríamos, por ejemplo, si en los hogares y en las escuelas emprendemos una campaña para que niños y adultos tomemos conciencia de la responsabilidad ineludible que tenemos de contribuir al cuidado del espacio público, de cumplir rigurosamente la normatividad que lo protege sin necesidad de que nos impongan una multa u otra sanción y, en todo caso, si no lo hacen se produzca la correspondiente queja ante los competentes para que no pasen por alto esta responsabilidad ciudadana.

Cuidar de la ciudad, de su embellecimiento y del bienestar de sus residentes es tarea de todas y todos para beneficio de la colectividad.

CARMEN INÉS CRUZ

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