Primero lo primero

Carmen Inés Cruz Betancourt

Lo dicen quienes habitan en zonas rurales: “… en el campo carecemos de muchas cosas: escuelas, centros de salud, internet y escenarios deportivos bien dotados; plazas de mercado y centros de acopio estratégicamente localizados y aptos para preservar y comercializar los productos que cosechamos.
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Pero, ¿de qué serviría todo eso si no podemos llegar porque las trochas que transitamos dificultan el acceso? ¿Cómo llegan nuestros niños a las escuelas, los enfermos a los puestos de salud, o las mulas cargando las cosechas al pueblo y de regreso los abastos e insumos agrícolas? ¿Y qué de la asistencia técnica que necesitamos, los compradores de nuestros productos y los turistas que podrían venir a contemplar la naturaleza y dejarnos algunos ingresos?”. Necesitamos lo dicho antes, y mucho más: como titulación de la tierra, paz y seguridad; vivienda, acueductos, electrificación y crédito en condiciones razonables; pero, si no hay vías para sacar los productos, ¿para qué cultivar algo?

Son algunos de los airados comentarios de campesinos reunidos con estudiosos que indagan sobre sus necesidades para sustentar proyectos dirigidos a promover su desarrollo. Definitivamente tienen claro que lo más importante son las vías, en primer lugar vías terciarias, y algunas secundarias, que insisten: ellos mismos pueden ayudar a construir y darles mantenimiento cuando los gobiernos las contraten, con la certeza de que serán obras mucho menos costosas y además sería trabajo remunerado que alivie sus penurias. 

Lo han repetido muchas veces sin que sean atendidos, mientras el aislamiento y la pobreza se agudizan. Y, si antes las vías eran pésimas, ahora, por la inactividad durante estos años con la pandemia y el crudo invierno que los azota, la situación es aún peor porque muchos tramos casi han desaparecido por derrumbes e inundaciones; las lluvias han destruido trochas abiertas con sus manos para circular con sus mulas y caballos y cargando bultos, enfermos y niños, a la espalda. Así, han perdido cosechas y cargan con créditos que no tendrán cómo pagar. Reconocen que la Gobernación, Cortolima y la Unidad de Gestión del Riesgo han dado algún apoyo, pero el enorme  rezago acumulado y la gravedad de los hechos los supera; es así como el Gobernador Orozco reporta que: “… el Tolima tiene 13 mil kilómetros de red vial terciaria y solo 1 o 2 % está en buen estado” 

A lo expresado se agrega la creciente violencia e inseguridad que enfrentan y explica que los jóvenes abandonen el campo y se desplacen a ciudades intermedias o mayores en busca de ese futuro que les niega el campo. Como consecuencia, los mayores se quedan solos, creando con ello serias dificultades para trabajar la tierra y recoger cosechas, mientras en las ciudades crecen los cinturones de miseria y los desempleados que invaden las calles vendiendo “baratijas”, o se rebuscan lavando parabrisas o haciendo monerías en los semáforos, siempre con el riesgo de ser reclutados por traficantes, pandillas o guerrillas.

Lo anterior ilustra las severas carencias que viven los campesinos, en casi cualquier rincón del departamento y del país. También revela prioridades que tienen muy claras y reiteran con insistencia: primero lo primero; primero las vías, especialmente las terciarias… y tras ellas, el resto de servicios. Y no se trata solo de crear condiciones de vida digna para los campesinos, que es una responsabilidad del Estado, se trata también de desarrollar el enorme potencial del campo colombiano como productor de alimentos, que hoy más que antes demanda el planeta entero y se constituye en importante generador de empleo, riqueza y paz. Un enorme desafío para el próximo gobierno.

Carmen Inés Cruz Betancourt

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