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Este fin de semana en un breve recorrido por la ciudad sentí inmensa tristeza de ver como las terrazas en guadua (o palcos san juaneros) de la Avenida Ferrocarril, que construimos en el año 2017 en el Gobierno Jaramillo, están totalmente destruidas; así por ahora no tengamos desfile de San Juan, esos trinchos habían mejorado el entorno en ese sector, con un sencillo pero oportuno mantenimiento tendrían otra cara. También pude comprobar como se están perdiendo paulatinamente los dispositivos instalados para segregar el bicicarril de la carrera Primera en el centro de la ciudad, en otros también está ocurriendo lo mismo, a ese ritmo muy pronto desaparecerán. Los reductores de velocidad que lograron mejorar la seguridad vial están desapareciendo sin que nadie se esfuerce por reponerlos.
Entiendo que este tipo de críticas incomoda a la Administración. También comprendo que no es nada fácil satisfacer completamente las expectativas de la comunidad. He sido funcionario público y soy consciente de las tantas tareas que deben desarrollarse para hacer frente a los tantos problemas que aparecen en el día a día. Sin embargo, creo que esta Alcaldía debe hacer un esfuerzo por reconocer que hay errores de gerencia pública que están costando un deterioro acelerado de las condiciones en que recibieron la ciudad, la gente lo está sintiendo y expresando diariamente.
La estrategia para revertir esa realidad no debe ser que los amigos y contratistas de la Ibagué Vibra salgan a denigrar en redes de todo aquel que se atreve a cuestionar el mal estado de las cosas, eso no cambia en nada lo que percibe la gente. Tampoco en achacar las deficiencias a la anterior Administración, después de 15 meses de gobierno eso no tiene ninguna validez. Más bien, insisto, es revisar cada aspecto crítico, construir planes de acción, asignar los responsables y hacer seguimiento permanente.
Si realmente lo que importa es el progreso de la ciudad, los administradores deben no solo avanzar en obras y proyectos de su propia cosecha, sino también mantener aquello que recibieron, de lo contrario dejarán un legado de destrucción y seguro no es eso lo que quieren.
Cuidar la casa común es una tarea diaria que requiere autoridad, disciplina y el máximo sentido de pertenencia. Construir sobre lo construido, valorar y proteger el patrimonio de la ciudad, es lo mínimo que se le pide a la Administración Municipal.
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