Los aliados también facturan

Columnista Invitado

Que haya sucumbido, por ahora, la intención de reformar la normatividad política del país es consecuencia del frágil respaldo que logró concertar Gustavo Petro con buena parte de la clase política cuando ésta consideraba inatajable su arribo al Palacio de Nariño.
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Por ese entonces, el petrismo, ya organizado como Pacto Histórico, desarrollaba una estrategia unitaria de tal amplitud que para ser pasajero del carro de las transformaciones que vendrían bastaba solo con subir a bordo, pues no había que cumplir prácticamente ninguna de las exigencias que bajo otras circunstancias hubieran debido aceptarse impajaritablemente. Ni siquiera ser de derecha y querer permanecer en ella era impedimento para disfrutar del viaje.

Semejante manejo de la unidad dio para que al candidato Petro terminaran arrimándosele muchos de aquellos personajes con quienes cualquier relación en el pasado habría sido mal vista, pero dio igualmente para que, una vez ya presidente, se le arrimaran también algunas bancadas de los partidos con los cuales estuvo en disputa durante la campaña. Eran estos los “nuevos mejores amigos” que no querían quedar en la orfandad de un poder que les fue suyo por años y años, pero amigos de los cuales no podía prescindir el nuevo gobierno, si quería garantizarse la debida gobernabilidad.

Desafortunadamente, estos nuevos amigos no lo han sido tanto como Petro quisiera. Por el contrario, están cobrando caro su apoyo legislativo, al precio de condicionarlo a que se le merme profundidad a los proyectos de ley originados en las promesas de campaña, cuando no es que se han opuesto frontalmente a ellos o han acudido a la estrategia de insuflarles veneno para hacerles finalmente aborrecibles, incluso ante los ojos de sus mismos proponentes, como ocurrió con los micos de reelección automática y puerta giratoria introducidos al fracasado proyecto de reforma política.

Parodiando los términos de una canción que no he tenido la fortuna de oír, pero de la que se habla mucho, los aliados también facturan. Incluso podríamos decir, utilizando términos aún más radicales, que esos amigos, ayer meros pasajeros, hoy pugnan por pilotear el carro, y hacia puertos contrarios a los que estaban establecidos cuando lo abordaron. 

Con esta clase de aliados se esfuma la esperanza de convertir en leyes las iniciativas que llevaron a Petro a la conducción del Estado. Yéndonos bien, tendremos que conformarnos con que las que se aprueben salgan tan mutiladas que sirvan de solo paliativo a las necesidades que se desean resolver.

Ante esto, nunca nos cansaremos de repetirlo, a Petro solo le queda rodearse de pueblo. Conciliar, pero no en el Congreso con la representación oligárquica. Conciliar, pero en la calle y con el pueblo.

RODRIGO LÓPEZ OVIEDO

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