La seguridad a la deriva

Columnista Invitado

Los graves hechos de los últimos días en Morales, Miranda, Jamundí y Dagua son una evidencia más del progresivo deterioro de la seguridad en el país. En 2018 las disidencias operaban en 56 municipios; con Duque pasaron a 123 municipios y actualmente, ya van en 160.
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Y aunque desde algunos sectores se ha querido posicionar la narrativa que le atribuye al gobierno toda la responsabilidad de un supuesto retroceso a lo que vivió el país a comienzos de 2000, quizás pavimentando el camino para una candidatura presidencial de la derecha; lo que me parece más sensato es decir que ni con Duque ni en lo que va de la administración Petro, el Estado colombiano ha podido ponerle el cascabel al gato en materia de seguridad.

Mientras Duque le puso el freno de mano a la implementación de los acuerdos de paz apostándole a un refrito de la Seguridad Democrática que fracasó. Con Petro la Paz Total hasta ahora ha carecido de una estrategia clara de intervención subregional que responda a las dinámicas violentas y criminales en el pacífico caucano, Nariño, Arauca, el Sur de Bolívar o el Catatumbo.

Desde 2018 ni la derecha ni la izquierda han logrado consolidar una política capaz de confrontar el fortalecimiento del Clan del Golfo, el ELN, y las disidencias del EMC y la Nueva Marquetalia; al tiempo que todo parece indicar que la actual crisis de seguridad avanzará hacia una intensificación de acciones de terrorismo urbano.

Frente a este escenario, las capacidades de inteligencia tanto operativa como estratégica de la Policía, la Dirección Nacional de Inteligencia y el Ejercito son clave. De modo que es urgente recomponer la inteligencia militar que fue seriamente debilitada en el gobierno anterior, tras el escándalo de las “carpetas secretas” contra periodistas.

Por otro lado, el tiempo para balancear la política de Paz Total con una retomada de la iniciativa militar parece estarse agotando y en ese camino, no creo que el problema de seguridad se resuelva cambiando al comandante del Ejército para poner a un general que este gobierno retiró hace dos años. Es necesario resolver los problemas de operatividad, inteligencia, comunicación entre el presidente y la tropa, al tiempo que adecuar una estrategia acorde con el escenario actual que no es el hace 20 años cuando Uribe llegó al poder.

Por último, las acciones terroristas de disidencias como el EMC y su fragmentación interna parecen no dejarle al gobierno un camino distinto a levantar el cese al fuego a nivel nacional y replantear la mesa de negociación con esa organización.

 

Alexander Arciniegas

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