La tremolina de la tajada de patilla

Columnista Invitado

La tarde, apaciblemente, transcurría aquel 15 de abril de 1856. Para aliviar el sofoco, 940 viajeros estadounidenses que esperaban que subiera la marea para seguir su travesía de un océano a otro a través del istmo de Panamá (entonces territorio colombiano), caminaban en derredor de la estación del ferrocarril. Nadie imaginó que ese insípido deambular terminaría en un jaleo de los mil demonios.
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¿Qué pasó? ¿Por qué se armó una barahúnda infernal y hubo disparos por doquier en la estación del ferrocarril del istmo?: un modesto vendedor ambulante de frutas se enzarzó en una riña con Jack Oliver, norteamericano que estando beodo le compró una tajada de patilla, no la pagó y ante el airado reclamo del lugareño, lo mató de un disparo… Y fue Troya, pues se arremolinaron mulatos, mestizos, negros, indígenas y se lanzaron contra todo lo que imaginaron era foráneo. ¿Saldo? 15 extranjeros y 2 colombianos muertos, 29 heridos y numerosos aporreados.

Ante ello, como suele ocurrir, EE.UU. envió un investigador y éste, en su informe, recomendó enviar tropas, tomarse el istmo y exigir una alta indemnización en dólares.

Cinco meses después, el 19 de septiembre de 1856, llegaron a Panamá dos buques de guerra con 160 soldados gringos que desfilaron por las calles y se tomaron la estación del ferrocarril. Como nadie les paró bolas, tres días después regresaron a su país. Y comenzaron las trapisondas diplomáticas.

EE.UU. demandó exigiendo como indemnización que Colón y Panamá fueran declaradas ciudades internacionalmente libres, que le fueran cedidas a Washington las islas de la bahía de Panamá, el ferrocarril del istmo y se pagaran dos millones de dólares de ese entonces a las familias de los norteamericanos muertos. Y comenzó el litigio.

En 1857, se logró firmar el protocolo Herrán – Cass para zanjar el asunto, la ratificación de Washington y Bogotá se demoró, en 1860 empezó en Colombia la guerra civil denominada “Guerra Magna”. En 1861 estalló la guerra civil en EE.UU. y se empantanó todo.

Años después, terminadas las conflagraciones, el Congreso de EE.UU. ratificó el convenio y el original del documento fue enviado a Bogotá para su aprobación, pero el buque que transportaba los papeles naufragó en el río Magdalena y el texto se perdió.

Finalmente, en 1865, luego de idas y venidas, la empobrecida Colombia tuvo que pagar US$412.394 de ese entonces a los norteamericanos… por una tajada de patilla de cinco centavos que un gringo borracho no canceló.

Fuentes: Eduardo Lemaitre: “Panamá y su separación de Colombia” y Google.

 

Eduardo Muñoz Serpa

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