La deserción escolar

Eduardo Durán

Mucho se sigue hablando en Colombia sobre la deserción escolar que preocupa en bastantes sectores de la población y que las autoridades no han acatado todavía a combatir de manera eficiente.

Se llegó a expedir un decreto que prohibía que más del cinco por ciento de los alumnos repitieran el curso, como manera para estimular la continuidad del ciclo escolar, pero se encontraron con la realidad de que el estudiante termina abandonando los estudios por falta de motivación y por no poder encontrar herramientas eficaces para vencer los obstáculos que se le presentan en el aprendizaje.

Y pensamos que ahí está el meollo del asunto, pues no se trata simplemente de facilitar pasar la calificación, sino que los maestros, en colaboración con los padres, tienen que identificar tempranamente las fallas que el alumno está presentando para poder asimilar los contenidos y para poder estar en capacidad de responder a las expectativas de los currículos académicos.

Los maestros no se pueden conformar con impartir su conocimiento a través de unos métodos rígidos y tradicionales, sino que deben tener la obligación de estar del lado de los más débiles, es decir, de aquellos que presentan problemas por aprender, que están ante circunstancias de trastornos alimenticios, muchas veces por falta de ingerir los nutrientes adecuados, los que tienen problemas económicos, los que presentan un cuadro familiar complicado o aquellos que registran patologías que les impiden comportarse como los demás.

A todos ellos hay que identificarlos, introducirse en su problemática y darles el tratamiento adecuado para rescatarlos de su atraso. Una nota mala no arregla nada, por el contrario, complica las cosas y recrudece el problema. La Unesco ha dicho que sus estudios demuestran que de aquellos que pierden un año, tienen un 50 por ciento de probabilidades de dejar de estudiar, y desde luego, los desmotivados no tendrán ninguna herramienta alentadora para permanecer y para cumplir con los requerimientos, que después se traducen en las exigencias de la vida para llevarla dignamente.

El maestro debe tener mucho de sicólogo y bastante capacitación para poder abordar los problemas de sus alumnos.

En una oportunidad oí una experiencia de un profesor exitoso que decía que a él siempre le preocupaba el deber de devolver la totalidad de los alumnos que le habían entregado para su capacitación. Si eso lo tuvieran en cuenta todos los maestros, otro sería el panorama que tendríamos.

Comentarios