¿Memoria o apología?

Debemos avanzar en la construcción de una memoria colectiva donde podamos reconocer a las víctimas individuales como nuestras víctimas.

El canal Caracol ha decidido recrear el capítulo más doloroso en la historia reciente de nuestro país. Se trata de los hechos ocurridos a finales de los años 80 y principios de los 90, en medio de la guerra contra el narcotráfico y su cabeza criminal más visible: Escobar, el patrón del mal.

El narcotráfico ha sido en Colombia un proyecto criminal, paramilitar, político y también cultural. La música, el deporte, el cine, la semántica y la estética han tenido expresiones de apología al narco, al traqueto. Conocemos a fondo series de televisión que en Colombia han perpetuado ese ‘régimen’ apologético de la cultura traqueta, olvidando la historia de sus víctimas, que es la historia de nosotros mismos, porque la sufrimos con nuestros padres.


Ahora, con esta nueva serie tendremos la oportunidad de recuperar el significado del asesinato del director del diario El Espectador, Guillermo Cano, en 1986; del ministro de Justicia, Rodrigo Lara Bonilla, en 1984; de los candidatos presidenciales Carlos Pizarro Leongómez, líder del M-19, y Bernardo Jaramillo Ossa, líder de la Unión Patriótica. Vamos a revivir la bomba al edificio del DAS, el estallido del avión de Avianca en el que murieron más de 100 personas y, por supuesto, la desesperanza por el asesinato del líder del Partido Liberal y candidato presidencial de Colombia Luis Carlos Galán, en 1989.


Se levantan voces diciendo que es mejor olvidar o que se trata de una apología más. Algunos piensan que la publicidad a estos temas históricos hace daño al país, que recordar nos impide superar el dolor y que en el ámbito internacional traerá un impacto negativo sobre la imagen de Colombia. Yo creo que el ejercicio de olvidar sólo conviene a los delincuentes y sus cómplices. El ejercicio de dejar en el pasado los episodios violentos de Colombia no nos da el beneficio de pasar la página ni de liberarnos de ellos; por el contrario, nos ata a la compulsión de la repetición.


Recordar esta historia, sobre todo, a las nuevas generaciones, evitará caer en la repetición. Debemos avanzar en la construcción de una memoria colectiva donde podamos reconocer a las víctimas individuales como nuestras víctimas y, así, entendernos como una sociedad asaltada en los principios y valores que compartimos.


Este ejercicio de memoria incluye destruir los símbolos de culto a los victimarios. Alemania es un ejemplo pertinente: Hitler no tiene tumba ni existen lugares de recordación o culto para el régimen nazi. Bin Laden tampoco la tuvo. Debemos reconocernos como una sociedad que sobrevivió a la guerra, que no ha cedido las instituciones democráticas a los criminales, que ha aprendido a transformar su dolor y a recuperar la voz que le arrebató la violencia.


Finalmente, a partir de esa palabra recuperada, reivindicar la verdad histórica, hacer memoria como una forma de hacer justicia y de garantizar que los hechos no volverán a suceder. Nos rebelamos contra el olvido y el paso del tiempo, creemos que somos una sociedad capaz de mirarse a sí misma, entender quien es, y superar el dolor a través de un arma poderosa: la memoria.

 *Senador

Credito
JUAN MANUEL GALÁN *

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