El abrazo de las extremas

Decir –sobre todo en política- que los extremos se juntan, es llover sobre mojado. La historia, tanto universal como nacional, cuenta con sobrados y dicientes ejemplos que comprueban la validez de la anterior aseveración.

Lo interesante, aquí y ahora, radica en percibir, palpar, constatar que de nuevo -más que los extremos- las extremas de izquierda y derecha en  Colombia se han vuelto a juntar, o mejor aún, se abrazan con entusiasmo.

Obvio, el abrazo no se ha producido en ninguna de las cimas extremas. Imposible que fuera así. Ninguno de los dos exacerbados protagonistas lo hubieran imaginado, ni menos permitido. Tenían que bajar de las borrascosas alturas del sectarismo a las serenas llanuras de la calmada opinión pública nacional. Entonces ¿en qué lugar se ha dado el abrazo?. Sencillo o elemental (Elementy, my dear Watson) como diría Sherlock Holmes: en el centro. Precisamente porque allí en ese punto, las dos partes conversan despojados de su pesado abrigo extremista. Algún politólogo, podría sostener que precisamente en el centro (sin ser todavía el “puro”) se disimula bien, muy bien, el extremismo de sus concepciones y prácticas de todo tipo, incluidas las delirantes de la guerra.
 

Y, ¿en qué han coincidido expresamente?. De nuevo, elemental: en la necesidad de convocar una Asamblea Nacional Constituyente, para destrozar la columna vertebral de la Constitucional de 1991. Así de sencillo. Nada de complicaciones. Y, en ese punto, algunas proclamas de las Farc y el ELN, al igual que en varias peroratas de José Obdulio y Uribe, han coincidido de manera expresa. No sobra recordar que recién expedida la Constitución del 91, el profesor Londoño (el de Invercolsa) con su estilo grecocaldense y con la Carta en  mano,  sugería a sus alumnos en la facultad de derecho de una conocida universidad en la capital, que dicha Constitución había que destrozarla, pisotearla, acabarla, derogarla. 

Ahora bien, personalidades democráticas, tendencias políticas, tratadistas y profesores universitarios, también han sugerido de manera sana y pensando con altura en un futuro mejor para Colombia, en la necesidad de la Constituyente para superar el establo parlamentario, y avanzar en la conquista real de un eficiente y pleno Estado Social de Derecho. Respetable posición. Pero corremos el riesgo de saltar con garrocha por encima del establo parlamentario, para caer en la marranera de la guerra.

Credito
CAMILO A. GONZÁLEZ PACHECO

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