Sí a la paz

Hugo Rincón González

Hace cuatro años, el 26 de septiembre de 2016 sucedió uno de los hitos más importantes en la búsqueda de la paz en nuestro país. De toda la geografía nacional, miles de personas vestidas de blanco, fueron testigos en Cartagena, de la firma del acuerdo entre el gobierno nacional en cabeza del presidente de la época, Juan Manuel Santos y el jefe de la entonces guerrilla más vieja del mundo, Rodrigo Londoño conocido como Timochenko.
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En el ambiente se respiraba un aire de armonía y esperanza. Se había logrado luego de un largo proceso de negociación, ponerle fin a un conflicto con las Farc que había durado más de cinco décadas. Se consiguió firmar un acuerdo con seis puntos de una agenda que buscaba encontrar salidas para las causas de la confrontación armada de Colombia. El acto fue bastante emotivo, sin embargo, no podía ignorar una famélica manifestación a pocas cuadras, de los detractores del acuerdo que enardecidos señalaban que Santos le estaba entregando el país a la guerrilla.

Nadie se imaginaba entonces que cerca de celebrarse el plebiscito por la paz que buscaba refrendar los acuerdos, esa enjuta manifestación podría crecer tanto que lograra ganar por un pequeño margen el plebiscito que el gobierno de la época y millones de colombianos creían que ganarían sobradamente.

Fue tan sorpresivo el triunfo del No que hasta sus mismos impulsores se declararon perplejos. Luego vinieron grandes movilizaciones de jóvenes y organizaciones sociales defendiendo los acuerdos y exigiendo que el proceso siguiera adelante. Se estaba a un paso no más de lograr la dejación de las armas de una de las guerrillas más beligerantes de la historia.

Después del triunfo del No en el plebiscito vino la negociación con el sector que había logrado vencer en esa contienda con una enorme cantidad de artimañas y mentiras. Se hicieron ajustes y finalmente el acuerdo se firmó en el Teatro Colón de Bogotá, acompañado el acto con consignas que resaltaban que se pudo alcanzar la paz con las Farc.

Han pasado cuatro años y sin duda lo conseguido se empezaba a reflejar en los ánimos de la gente de los territorios más afectados por la confrontación. Se disminuyeron los combates entre el Ejército y las fuerzas irregulares, el hospital militar se quedó sin pacientes mutilados, se desarrollaron las elecciones más pacíficas de la historia en 2018, se empezaba a reactivar el turismo en zonas otrora imposibles de visitar y se vivía un ambiente de esperanza, entre otros elementos a destacar.

No obstante, estos logros y el compromiso importante de la comunidad internacional, el país eligió un presidente que estuvo en contra del acuerdo de paz y un partido que había prometido hacer trizas los mismos. Las consecuencias las vemos y las sufrimos en muchas regiones del país.

El acuerdo en los dos últimos años de gobierno ha sido atacado por todos los flancos. Han intentado acabar la JEP, atacan con fiereza el trabajo de la Comisión de la Verdad CEV, desfinancian las instituciones que están encargadas de la implementación, abandonan a su suerte a los reincorporados que son amenazados y asesinados, se incumple el proceso de sustitución de cultivos ilícitos, el tema de la reforma rural integral no avanza y la voluntad política del presidente Duque que habla de paz en los foros de las Naciones Unidas, no aparece más allá de esbozar la consigna de estar construyendo una paz con legalidad.

Hoy el país afronta un gran desafío. O recuperamos el norte de defender y construir una paz estable y duradera a través de un enorme movimiento y movilización social, o nos lanzamos al despeñadero de la violencia fratricida y reiniciamos un nuevo ciclo con desastrosos resultados.

El país se estremece por el horror de las masacres, los abusos de la fuerza pública y el retroceso de la seguridad. Se tendrá que insistir en que más vale una paz imperfecta que una guerra y una violencia perfecta.

Aún estamos a tiempo, defendamos la paz con todas nuestras fuerzas.

HUGO RINCÓN GONZÁLEZ

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