Es que en Colombia todos los asesinos de mujeres, reciben estímulos, recompensas y gran consideración. No importa si la muerte nos llega con brutalidad, sevicia y lacerante agonía como la de Rosa Elvira Cely, cuya bestia asesina la golpeó, apuñaló, provocó asfixia mecánica y violentó. Y, para deceso más doloroso la empaló, ejecución usada en el repugnante Medioevo, 1500 años atrás, cuando las víctimas eran atravesadas por estaca clavada desde boca, recto o vagina. Rosa fue torturada por un carnicero que hace 10 años, apuñaló a muerte a Dismila Ochoa Ibáñez y, por dos salarios mínimos y 18 meses de cárcel ganó su libertad.
Este año, en Yopal, Jhoana Samacá, fue arrojada desde un cuarto piso por su celoso y criminal compañero. Hoy esta convertida en vegetal y el culpable en libertad. El juez, amigo del malhechor lo consideró no peligroso y, según sus principios, le aplicó una justicia más humana. ¡Qué cerdo! En Cali, Tatiana Lloreda fue violentada y cuatro disparos la tienen en coma profundo. En Popayán y Cartagena dos criminales que, seguramente, ya recibieron laudos en beneficio, violentaron y asesinaron a sus exesposas.
Es una situación normal que no asombra, estos son sólo seis casos entre miles cometidos por el grupillo masculino que juega a asesinar mujeres, recibiendo galardones cada vez que hacen diana. Y hay más. Entre los 23 millones que somos las colombianas, 14 millones sufrimos violencia conyugal o de género. De éstas, 6 millones recibimos brutalismo físico, representado en patadas, puños, ataques con objetos, armas o acido, violaciones y abortos, que nos dejan a 2 millones lesionadas para siempre con heridas de gran magnitud, desfiguración facial o pérdida irreparable, de las funciones de algunos órganos. Cifras logradas con sólo el 22 por ciento que se atreve a presentar denuncia.
Según la Declaración Universal de los Derechos Humanos, el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos y el Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales, las colombianas deberíamos estar protegidas y disfrutando a plenitud el hecho de ser mujeres. Sin embargo, aunque la Ley 1257 tipificó como delito la violencia contra nuestro género, los asesinos, los jueces y la justicia en general, se esta limpiando con la legislación, precisamente, el sitio en donde la espalda pierde su lindo nombre. Entonces, todas las maltratadas, violentadas y asesinadas, exigimos acabar con esta abyecta impunidad.
Según Medicina Legal, con promedio de casi cuatro diarias, en 2011 fuimos asesinadas mil 215 mujeres. Este año el porcentaje va súper, en 5 meses hemos sido eliminadas 500, o sea, casi tres y media al día. Con este magnífico puntaje, a fin da año se verá superado el promedio, por ende, habrá premio al feminicidio, adornado con laureles impuestos por quienes administran justicia.
Credito
AMPARO MARGARITA MORALES FERIA
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