La crisis venezolana

El futuro de Venezuela tiene pronóstico reservado. Al margen de los resultados electorales es evidente que el país está partido en dos, con un creciente proceso de polarización cuyas consecuencias son imprevisibles.

El futuro de Venezuela tiene pronóstico reservado. Al margen de los resultados electorales es evidente que el país está partido en dos, con un creciente proceso de polarización cuyas consecuencias son imprevisibles. La estrecha diferencia electoral entre Maduro y Capriles va a ser fuente de sospecha durante mucho tiempo y pasará a la historia, como en Colombia las elecciones de 1970 entre Misael Pastrana Borrero y el general Gustavo Rojas. Lo único que puede disminuir esa polarización es que el reconteo de los votos sea totalmente transparente, de suerte tal que no quede duda de la veracidad del resultado y que sea acatado y reconocido por todos.               

Se puede decir que hay dos venezuelas, y algunos hechos hacen presagiar que esto continuará durante mucho tiempo. El presidente de la Asamblea Nacional, Diosdado Cabello, ha afirmado que no concederá la palabra a los diputados que no reconozcan a Maduro. Equivocada decisión. Si se tapona la instancia parlamentaria, que en toda democracia es una especie de tubo de escape, la polarización se va a trasladar a la calle, y allí cualquier cosa puede suceder. Los próximos treinta días van a ser de mucha tensión, esto es lo que se tardará en abrir y recontar las 12 mil urnas que el Consejo Nacional Electoral, CNE, ha decidido auditar y que Capriles ha aceptado. En ese proceso se pueden presentar impugnaciones, como es apenas natural, y, entonces, el debate seguirá y la sospecha de fraude electoral continuará flotando en el ambiente.               

Lo sucedido durante el acto de posesión de Maduro es una muestra del nerviosismo que se vive. Un ciudadano irrumpió en el estrado de la Asamblea Nacional en momentos en que el Presidente daba su discurso y le arrebató el micrófono para protestar. Hubiera podido suceder una tragedia. Por fortuna no fue así. Maduro tiene un reto inmenso. Deberá capitanear la nave del estado en un momento de fuertes turbulencias. Él no tiene asegurada la lealtad de las fuerzas armadas, de hecho en Venezuela una de las constantes históricas son las conspiraciones militares, si la crisis se profundiza éstas podrían intervenir para evitar que el enfrentamiento entre las dos venezuelas sea sangriento. Y pese a la bonhomía del pueblo venezolano esto puede suceder. Por ello haría bien Maduro en bajarle pugnacidad al discurso y tender puentes con la oposición. Los días que le esperan van a ser muy delicados. Los votos de la oposición no han parado de crecer. En seis años, la ventaja chavista cayó del 25,9 por ciento al 1,5 por ciento. Esta vez, contra todo pronóstico, Enrique Capriles recibió casi 7,3 millones de votos, mientras en octubre de 2012 había obtenido 6,5 millones, cuando Chávez logró ocho millones. El retroceso, pues, es inocultable.               

De otra parte, está la situación económica y social. Maduro tendrá que enfrentar una situación económica muy difícil, la inflación podría llegar este año al 30 por ciento, existe un déficit fiscal del 13 por ciento, carestía de alimentos y cortes crónicos de electricidad. El dólar en el mercado negro se cotiza a tres veces la tasa oficial, no obstante que el gobierno ha devaluado el bolívar en dos oportunidades este año. El ministro de economía, Jorge Giordani, ha dicho que “la regaladera se acabó”. ¿Qué pasaría, entonces, si, por ejemplo, los precios del petróleo se desplomaran por debajo de los ochenta dólares barril, como parece previsible? Peliagudo. Si frena el gasto social las masas chavistas se sentirán traicionadas. Ese es uno de los problemas del populismo. El asistencialismo es un barril sin fondo, pero los barriles del petróleo no. Y Maduro no es Chávez, por más que se esfuerce en imitarlo. Complicada, pues, la situación de Venezuela. Como dije al comienzo, su pronóstico es reservado. Ha comenzado la era post-Chávez, y no tiene buena pinta.

Credito
GUILLERMO PÉREZ FLÓREZ

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