La convergencia de las paralelas

Bernard Crick, en su clásico libro “En defensa de la Política”, sostiene que el objetivo de la política es la búsqueda del acuerdo.

Que es la forma civilizada de conciliar intereses diferentes en el seno de sociedades plurales para alcanzar, con tolerancia, prudencia y flexibilidad, transacciones sobre diferentes asuntos que generan controversias; la política así entendida es una herramienta para resolver conflictos de manera pacífica. En otras palabras, una invención para evitar la guerra.

Mirada desde esta perspectiva, la guerra es el fracaso de la política. Quizás por ello el general Karl Clausewitz, afirmó en su también clásico libro “De la guerra”, que ésta era la continuación de la política por otros medios. La frase en realidad es más extensa, textualmente dice: “La guerra no es simplemente un acto político, sino un verdadero instrumento político, una continuación de las relaciones políticas, una gestión de las mismas con otros medios”. Lo que se busca con la guerra no es otra cosa que imponerle al contrario, mediante la fuerza, sus puntos de vista.

Pero así como en determinado momento fracasa la política, también puede fracasar la guerra, cuando ninguno de los bandos logra imponerse de forma definitiva. Ese es el caso colombiano. Un conflicto sui géneris que lleva más de cincuenta años y que ha afectado casi a tres generaciones. Antes de seguir adelante quiero hacer una precisión, algo que ya he dicho en otras oportunidades, la guerra en Colombia no se ha ganado por culpa no de los militares sino de los políticos, quienes han tomado las decisiones estratégicas, no es sólo por decisiones tácticas ni operacionales.

Santos ha tenido el acierto de buscar la terminación del conflicto a través del diálogo, a través de la política. Darle a ésta una nueva oportunidad. Es una decisión valerosa, pues en este momento sería más fácil continuar con el conflicto que buscar su terminación. Esto hay que reconocérselo. Y digo valerosa, porque, siguiendo con la citas, Maquiavelo decía que no hay nada más riesgoso que iniciar un nuevo orden, pues el reformador tendrá como enemigos a los que se benefician con el viejo, y apenas tibios defensores a los que se benefician con el nuevo, dado que el hombre no cree en nada nuevo hasta que no lo experimenta. Y la inmensa mayoría de los colombianos no saben qué es vivir en paz. Aunque pensándolo bien, el asunto es al revés, la enorme mayoría de colombianos no sabe qué es vivir en guerra, la guerra la padecen sólo los más pobres.

Terminar el conflicto, de una vez por todas, es lo mejor que podría sucedernos. Propósito en el que deberíamos estar todos, sin distingos sociales ni religiosos. Pero principalmente, los amigos de la política (por oposición a la guerra) y la democracia. Pero la paz demanda un liderazgo fuerte, no de una persona sino de todo el país. Piedad Córdoba ha expresado que está de acuerdo con que Santos busque la reelección (pese a estar en orillas ideológicas diferentes), a fin de darle continuidad al proceso. Igual deberían proceder otros líderes, aunque estén en desacuerdo con Santos en otras materias, por ejemplo el modelo económico o la política agraria. Insisto: primero lo primero, y lo primero es la paz.

Las declaraciones de Piedad Córdoba demuestran que en política es posible lo que es imposible en la geometría: la convergencia de las paralelas, como lo postulara alguna vez Enrico Berlinger, el líder eurocomunista italiano.

Es esa convergencia es la que puede generar solidez y estabilidad a los acuerdos, la hora demanda altura de miras y sentido de la historia. Respaldar a Santos para que siga adelante con el proceso de paz no significa extenderle un cheque en blanco. No, de ninguna manera. Es apenas un acuerdo para acabar la guerra y darle un nuevo chance a la política.

Credito
GUILLERMO PÉREZ FLÓREZ

Comentarios