A estrenar la doble vuelta

Todo parece indicar que tras las elecciones de hoy pasarán a segunda vuelta Juan Manuel Santos y Óscar Iván Zuluaga. Ahí se abrirá una nueva partida, en la cual quienes no juegan tienen, por primera vez desde que hay doble vuelta, una oportunidad para utilizar el poder que les confieren las urnas y hacer política. Es decir, influir en el resultado electoral y decidir quién debe ser el presidente de la República. Esta es una situación inédita, no se ha presentado antes.

En las elecciones de 2010 el único candidato que jugó políticamente en la segunda vuelta fue Vargas Lleras, quien adhirió a Santos. Gustavo Petro se abstuvo, en razón de la marginalidad que siempre ha acompañado a la izquierda y que le impide jugar adentro de la cancha; Noemí Sanín no había quién la recibiera y Rafael Pardo estaba en una situación política y personal que le impedía adherir a Santos. En las elecciones de 2002 y de 2006 no hubo segunda vuelta, y en las de 1998 el marco político no facilitaba las alianzas, más allá del deslizamiento de huestes liberales hacia las toldas de Andrés Pastrana. Las de 1994, que fueron las primeras con doble vuelta, Ernesto Samper hubiera podido recibir el apoyo de Antonio Navarro, pero el caudal electoral de éste fue tan exiguo que se corría el riesgo de que fuera más lo que quitara que lo que pusiera. Así las cosas, la doble vuelta en realidad no se ha estrenado. Esta se inventó para dinamizar el juego político y dar paso a coaliciones, y crear gobiernos de mayorías, pero ha resultado ser una figura costosa e inútil, ajena a la cultura política nuestra. Podría, al igual que la vicepresidencia, anularse y nadie la echaría de menos, además de que se le ahorraría plata al país.

Ahora hay oportunidad para estrenar la figura. Enrique Peñalosa es quien más fácil lo tendría. Ha encontrado coincidencias temáticas con Santos, y dependiendo de su resultado electoral podría convertirse en el gran elector de éste y quedar perfilado para 2018. Además, tras el episodio del hacker, Sepúlveda, abrió un abismo entre él y Zuluaga que cerró todo entendimiento. Un acuerdo programático con Santos en torno a la paz y a la meritocracia, por ejemplo, le daría a los verdes la posibilidad de transformarse en una organización política con vocación de poder, y superar el transfuguismo que protagonizaron antiguos socios suyos. Con esta jugada se le adelantaría a Antanas Mockus, a Lucho Garzón y a Gustavo Petro, pues su aporte electoral sí sería cuantificable. Tiene, en mi opinión, una oportunidad de oro, ojalá no desperdicie.

Por su parte Clara López y el PDA también tienen más o menos una coyuntura similar, pero me temo que la rigidez doctrinaria y el sentido maniqueo de la política de quien es, paradójicamente, el mejor senador del país, Jorge E. Robledo, impedirá cualquier acercamiento, que no tendría por qué comprometer al PDA a nada distinto al apoyo del proceso de paz. Y es una pena. El país necesita una organización de izquierda moderna que deje de ladrarle a la luna, y sobre todo que contribuya eficazmente a marcarle fronteras a la extrema derecha que se opone a la modernización del país. Las posibilidades de Martha Lucía Ramírez no son otras que las de adherir a Zuluaga, para que Pastrana y Uribe, que son sus jefes, puedan entenderse. Esperemos a ver.

Credito
GUILLERMO PÉREZ FLÓREZ

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