Jamesmanía

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James Rodríguez, convertido en una especie de Niño Dios colombiano, es una celebridad mundial. Su transferencia al Real Madrid va camino de constituirse en un hito en la historia de dicho club, que es, sin duda alguna, el equipo de fútbol más importante del mundo. En menos de una semana se han vendido 350 mil camisetas estampadas con el nombre de James y su número 10. El recaudo por venta de camisetas ya representa más del 35% del valor de lo que el club merengue pagó al Mónaco por su transferencia. Lo mejor es que todavía no ha jugado un solo partido.

Hasta aquí lo meramente económico. Pero James es más que un extraordinario jugador de fútbol y una máquina de hacer dinero. Sería injusto mirarlo solo así. Es una persona que exulta carisma y calidad humana. Basta con ver cómo manejó la situación el pasado martes en Madrid cuando era presentado al público y un aficionado saltó al campo con la camiseta de Colombia. Los guardias de seguridad corrieron tras él cual perros de caza, con cara de pocos amigos, pero James dominó la situación y condujo al aficionado de forma cariñosa afuera del campo y le obsequió un balón. Eso dice mucho de él. Aún no lo han mareado el poder ni la fama, y ojalá que esto nunca ocurra.

¿A qué debe su éxito James? A que juega maravillosamente al fútbol, claro. Pero hay muchísimos que juegan como él y no tienen su popularidad mundial. En James hay más cosas. Encarna unos valores que suelen ser escasos pero que la gente admira. Solidaridad, compañerismo, sentido de equipo y un liderazgo que contagia y emociona. Entonces, no es solo porque sea un jugador extraordinario sino porque es un magnífico ser humano. James se encamina a convertirse en el deportista colombiano de todos los tiempos. Al momento de escribir esta nota vienen a mi mente los nombres de Pambelé, Cochise, Roky Valdez, Miguel Antonio Niño, Tino Asprilla, Lucho Herrera (quizá el que más se acera a James en carisma). Todos de una inmensa humildad. Creo que los colombianos adorábamos a Herrera porque sus hazañas deportivas nos parecían imposibles de conseguir con su fragilidad, es lo que sucede con Nairo Quintana. James es diferente. Él tiene una autoestima sana (sin que padezca pedantería) y luce fuerte. Derrocha alegría, felicidad y optimismo. En esto se parece a la olímpica Mariana Pajón.

James en el Real Madrid sepulta (espero que para siempre) las páginas más dolorosas y vergonzosas de la historia colombiana. El icono internacional de Colombia ha sido felizmente sustituido. Para Colombia es una lotería tener a James Rodríguez con el número 10 del Real Madrid. Quiera Dios que también llegue allí Falcao. Sería formidable tener dos luminarias entre los galácticos, como se conoce en España a las estrellas del Real Madrid. Con sus gambetas, amagues y pases geniales podrían enseñar al mundo todo el talento que existe en el pueblo colombiano.

Hago votos por que los líderes colombianos sepan encauzar la jamesmanía que se ha desatado dentro y fuera de Colombia. ¿De dónde eres? De Colombia. ¡Ah, como James! Sí. Como James.

Credito
GUILLERMO PÉREZ FLÓREZ

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