Segundo tiempo turbulento

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Las guerrillas están prisioneras de las lógicas bélicas. Se sienten condenadas a demostrar que no están vencidas y que conservan capacidad para hacer daño, atentar contra la infraestructura energética, vial y de servicios (acueductos y torres de energía). El problema es que cada vez que lo hacen aumentan su impopularidad y horadan las bases de un acuerdo negociado. En otras palabras: están más interesadas en hacer demostraciones de fuerza militar que en ganarse el corazón y la mente de los colombianos. Pareciera que le tuviesen miedo a la paz.

El presidente Santos acaba de decirlo que son absoluta claridad en su discurso de posesión, ante el país y la comunidad internacional. El proceso de paz se puede terminar porque la gente no entiende cómo siguen perpetrando acciones violentas mientras hablan de querer la paz. Cierto es que se acordó negociar en medio del conflicto, pero esa circunstancia tampoco es una licencia para destruir el país.

La guerra es altamente impopular. En especial porque es una guerra inútil que no va para ninguna parte. ¿Qué pueden conseguir las guerrillas con sus acciones, además de la impopularidad y el desprecio de los colombianos? Creo que menos que nada. Luego, qué sentido tiene continuar con ella. Todos los días caen guerrilleros, soldados y policías.

Lo único interesante de lo que ha pasado en estos días es que debería servir para que los colombianos entendamos, de una vez por todas, que nadie debe ser indiferente frente al conflicto armado. Hay sectores interesados en que la guerra continúe, uno, cinco, diez o veinte años más. Son unas minorías dentro del conjunto general de la población, pero minorías activas y con poder. La primera obligación y compromiso de todos los demócratas debería ser rechazar toda acción que atente contra la posibilidad de que se llegue a una solución negociada del conflicto. Cada vez que las guerrillas vuelan un oleoducto, una torre de energía o abren el grifo de un carrotanque para derramar petróleo, en el fondo están atentando contra las posibilidades de paz.

Las guerrillas han demostrado que saben hacer la guerra. Sería obtuso no reconocerlo. Llevan 50 años en eso y no han podido ser derrotadas plenamente, ni siquiera con ayuda extranjera. Y no es que sean militarmente invencibles. No. Lo que sucede es que juegan con la ventaja de ser victoriosas mientras que no se les derrote. El Estado, por el contrario, no es victorioso mientras no derrote a la guerrilla. Y en ese juego sangriento llevamos medio siglo. Es una tragedia.

La paz no está a la vuelta de la esquina como se nos hizo creer durante la campaña electoral. Quizás lo que esté por venir no sea lo mejor sino lo peor. Podría suceder que el segundo tiempo de Santos no sea el de la paz sino el de la profundización del conflicto, que no tiene otra opción que la perpetuación de la violencia. Por este camino las guerrillas no van a ir a ningún Pereira.

Credito
GUILLERMO PÉREZ FLÓREZ

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