Lo que está en juego

En los últimos días, de acuerdo con las mediciones diarias del Ideam, municipios como Natagaima, Ambalema, Saldaña y Honda han registrado las temperaturas más altas del país. Llegando a marcar cerca de 40 grados Celsius en las horas más calientes.

Este rigor no solo se ha sentido en el Tolima ni en Colombia, sino en la mayoría del mundo. Quizá para muchos, el tema no pasa de ser una temporada más de calor, que seguramente pronto terminará. Sin embargo, me propongo intranquilizar a quienes todavía asumen el calentamiento global como algo transitorio, que no reviste mayor interés en los asuntos públicos ni privados. 

Después del inicio de la era industrial, la concentración de gases efecto invernadero (GEI) en la atmosfera, pasó de 280 a 387 partes por millón. Un aumento realmente peligroso, si tenemos en cuenta que son estos gases los que capturan la energía en forma de radiación ionizante proveniente del sol, y producen lo que comúnmente llamamos como calentamiento global, y más aun si observamos, que nunca se habían registrado concentraciones por encima de las 300 unidades en toda la historia de la humanidad. 

Según el cuarto informe del grupo intergubernamental de expertos sobre cambio climático, apoyado por el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente Pnuma, Cada día hay más evidencias de los impactos que el aumento continuo de temperatura causa en nuestro planeta. Pero más alarmante son aun las proyecciones que se tienen para los próximos años. De seguir como vamos, se estima que la temperatura media mundial podría aumentar entre uno y dos °C, lo que inmediatamente entrañaría numerosos riesgos para la humanidad. Las sequías y olas de calor aumentarían en muchas regiones, favoreciendo la frecuencia de incendios incontrolados, afectando la producción alimentaria y la salud de sus habitantes. El aumento excesivo del nivel del mar perjudicaría a centenares de millones de personas en todo el mundo, producto de las inundaciones costeras, que desencadenarían graves daños a la infraestructura física de las ciudades y pérdidas de vastas extensiones de tierra. La proliferación de enfermedades asociadas al cambio climático, como malaria, dengue y malnutrición, pondrían en riesgo la vida de millones de personas. 

Sin embargo hay dos palabras claves que pueden ser una esperanza para la humanidad. Adaptación y mitigación. Ambas suenan un tanto inalcanzables, tanto así, que a pesar de los pactos suscritos por las súper potencias del mundo como el protocolo de Kyoto, aun no se ha avanzado lo suficiente en la implementación de políticas que hagan frente efectivo contra el calentamiento global y estabilicen la emisión de gases efecto invernadero. Por supuesto es preciso no declinar en el esfuerzo por combatirlo. Esto implica la acción de los gobiernos, y especialmente de los países desarrollados, que son los responsables de la mayoría de emisiones de GEI en el planeta. 

Pero también de nosotros, los que a pequeña escala, también podemos contribuir en ese propósito. Preferir la bicicleta o el transporte público en lugar del vehículo particular. Reciclar, reutilizar y adquirir electrodomésticos con bajos consumos de energía. Conservar los bosques como sumideros naturales, evitando la deforestación, las quemas, y ayudando a sembrar árboles. Todo lo que hagamos será bien recompensado, porque lo que está en juego, como bien lo dijo el presidente Obama en la universidad de Georgetown refiriéndose al cambio climático, es nada menos que la sonrisa de los niños, un atardecer tranquilo, y todas las esperanzas y sueños de la posteridad. 

Credito
CÉSAR PICÓN

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