“Reto ambiental del Tolima frente al cambio climático”

El pasado lunes, Ibagué fue el escenario para debatir acerca de uno de los problemas quizás más graves al que se enfrenta la humanidad desde hace algún tiempo, y que podría generar consecuencias catastróficas de continuar su evolución.

El cambio climático, ha sido advertido por científicos de todo el mundo, quienes han demostrado que de continuar el aumento acelerado en la temperatura planetaria, muy pronto se agravarán los problemas de escasez de agua, proliferación de enfermedades, fenómenos meteorológicos extremos (inundaciones, sequías, incendios etc.), extinción de especies, disminución de la productividad agrícola, y pérdida de zonas costeras por elevación del nivel del mar, entre otros.

Durante este foro organizado por la Gobernación del departamento, el mandatario de los tolimenses refrendó su posición de rechazo al proyecto de megaminería a cielo abierto que pretende desarrollarse en el municipio de Cajamarca, explicando las implicaciones negativas que este tendría para el equilibrio de los ecosistemas y las fuentes hídricas de la región. 

Ésta intervención resultó bastante afortunada, ya que aunque muchos no encuentren relación alguna entre la megaminería y el cambio climático, diferentes investigadores acreditados en el país, sostienen que en una región como la andina, que concentra las zonas de mayor vulnerabilidad ante la variabilidad climática (lluvias concentradas, o largos periodos secos), la práctica de la megaminería intensifica dicha vulnerabilidad, debido a la contaminación de las fuentes hídricas del territorio, y sobre todo la aguda competencia que genera por el uso de los recursos hídricos.

El norte de Chile es un ejemplo palpable de que la megaminería a cielo abierto sí puede agotar el agua, además de contaminar la poca que quede. Un estudio del centro de investigación y desarrollo de recursos hídricos de Chile (Ciderh), demostró que después de algunos años de explotación minera, regiones del norte como Atacama, Antofagasta, Coquimbo y Tarapacá, literalmente se quedaron sin agua para el consumo humano y la producción agrícola en algunas de sus provincias. 

La disminución grave del caudal del río Aconcagua y otros afluentes, sumado al agotamiento y contaminación de los acuíferos y las aguas subterráneas de la zona, están obligando a medidas extremas y costosas como la desalación (proceso para eliminar la sal del agua de mar), para abastecer a la población, e incluso, para continuar con las actividades mineras.

Además de complejas situaciones hídricas como la mencionada, la práctica de la megaminería a cielo abierto también expone a las poblaciones a graves riesgos, por los impactos sobre el agua, el aire y el suelo, causados por los pasivos ambientales mineros (efluentes, emisiones, depósitos de residuos etc.) que quedan en la zona, una vez terminadas las operaciones extractivas. 

Además, sigilosamente lleva a incrementar los costos asociados a la atención de la salud de la población.

Credito
CESAR PICÓN

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