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Esa es la actitud de Jaime Alberto Cabal y Bruce Mac Master, presidentes de Fenalco y la Andi. Inspirados en semejantes ideas, movilizaron, por segunda vez, a un número significativo de colombianos con el argumento de que, si se aprobara la reforma, los pobres se empobrecerían más, pues tendrían que pagar impuestos por las bebidas azucaradas y el salchichón de tienda, además de un expropiatorio gravamen a las pensiones.
Evitaron decirles, eso sí, que lo que se pagaría en los dos primeros casos es de una cuantía mísera y que con respecto a las pensiones solo se gravarían las mesadas que superen los 13 millones de pesos. En realidad, lo que buscan con esa oposición es evitar que les toque pagar los 21 billones de pesos que valdría la reforma, y que tanto se necesitan para reducir en algo nuestra escandalosa desigualdad.
Con movilizaciones así de engañosas, la derecha venezolana comenzó su oposición al régimen de cambios de Chávez y Maduro, siguió con el desabastecimiento de productos básicos, continuó con guarimbas, golpes de Estado, intentos de magnicidio y payasos de barriada con banda presidencial al pecho. Con estas acciones desestabilizadoras, entre otras, esa derecha ha mantenido en aprietos al gobierno y en diáspora a buena parte de la población. ¿Será que la nuestra no echaría mano de medidas semejantes en defensa de sus intereses de clase?
Los colombianos necesitamos movilizarnos, pero en defensa de reformas que nos permitan transitar pacíficamente hacia una Colombia menos desigual, lo cual será imposible si no nos decidimos a adelantar las tareas de concientización, organización y movilización, indispensables para avanzar hacia el logro de ese objetivo. La derecha sabe que el freno a este propósito está en las calles y actúa en correspondencia. También está en las calles el propósito de acelerarlo, pero los interesados en esto no arrancamos todavía. Ojalá no nos coja la tarde.
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