Admiración total a los campesinos

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Según cifras del Dane los habitantes de Colombia somos 47 millones 525 mil 564. De ellos -aseguran los expertos- los campesinos son entre siete y 10 millones. Sin embargo, hay que aclarar, que en nuestro país no se sabe a ciencia cierta y de manera real cuántos son. Según el Programa de las Naciones Unidad para el Desarrollo, Pnud, lo rural no sólo se refiere a las actividades meramente agrícolas o agropecuarias si no se tienen que tener en cuenta cuatro componentes: territorio, población, tierra y un modo cultural. O sea, da una manito para poder -más o menos de manera técnica- saber cuántos colombianos son campesinos.

Es decir, una especie de explicación para poder entender nosotros cuántos son nuestros campesinos o si no por más datos y censos del Dane seguiríamos en la inmunda con esa cifra. Y si no sabemos cuántos son, pues saber dónde están es otro de esos imposibles que hasta ahora el gobierno actual no conoce, ni muchos menos cuántos viven en la verdadera miseria, cuántos por debajo de la línea de la pobreza, cuántos en la pobreza y cuántos por encima de dicha línea.

Surge entonces una pregunta lógica: el tan cacareado “pacto agrario” que publicita en los medios de comunicación nacionales y regionales como propaganda oficial el Gobierno nacional ¿es para qué, para quiénes, para cuántos, en dónde?

Me parece que ahí tendremos un anuncio más del Gobierno nacional actual y una desilusión más en los próximos meses cuando no pase nada o se haga muy poco y luego se haga una alocución presidencial para decir que se ha cumplido a medias, que se ha hecho, que falta, que es necesario un nuevo plazo porque como siempre no se alcanzó a hacer, convirtiéndose en un anuncio más de Santos.

Pero más allá de la desilusión que ya viene con el “pacto agrario”, lo que sí hay que reivindicar es que ser campesino y desarrollar las labores del campo no es nada fácil. No lo es por la hora en que inician su jornada- sobre las 4 de la mañana-, tampoco lo es por las condiciones en que deben hacerlo, por las características de pago o por la “utilidad” que obtienen de sus cosechas, que es pírrica, frente a costos, insumos y todo lo demás que requieren para producir.

Además, estos hombres, mujeres y niños merecerían del Estado colombiano y todas sus instancias, los mayores aportes porque no solamente contribuyen con la despensa y la seguridad alimentaria del país, sino a conservar parte de la economía. Merecen un trato serio y justo, porque no es nada fácil medírsele a las inclemencias del clima, a la lluvia, el frío, el sol y el calor abrazadores del mediodía y de las tardes que soportan sus espaldas ejecutando toda clase de faenas de siembra, corte, cosecha, vaquería, reparación de cercas o cualquier otra.

Lo que hace falta a muchos para entrar en conciencia de ello es pasar algunos días compartiendo con los campesinos de Anzóategui, del Cañón del Combeima, de Alvarado o Piedras mientras desarrollan su jornada para saber que se ha sido injusto, cruel y vil con estos compatriotas en el trato que deberían recibir por parte de todos nosotros y de manera especial por parte del Gobierno nacional y los gobiernos locales, que dicho sea de paso, están carcomidos por la parsimonia como lo aseguran los ciudadanos de a pie. Nada fácil resulta quemarse la cara, la espalda con el sol, ni las mejillas con las frías corrientes de aire, ni chuzarse, cortarse y puyarse permanentemente las manos. Toda nuestra admiración, respeto y respaldo a los campesinos y sus solicitudes porque de exageradas no tienen Nada; lo que logren, si siguen en pie de lucha, es un mero acto de justicia social.

Credito
NELSON GERMÁN SÁNCHEZ PÉREZ -GERSAN-

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