Un estado asistencialista y paternalista

Las enormes filas de personas que se han visto en todas las ciudades colombianas, en busca de su inscripción en los programas del gobierno configuran la dantesca imagen de un pueblo condenado a la mendicidad.

Las enormes filas de personas que se han visto en todas las ciudades colombianas, en busca de su inscripción en los programas del gobierno configuran la dantesca imagen de un pueblo condenado a la mendicidad. 

Las inclemencias del tiempo, las incomodidades de los lugares y las largas jornadas a la espera de ser atendidos, muestran la docilidad en que han caído miles de colombianos para quienes la única posibilidad de obtener unos pesos para su subsistencia y la de sus hijos es el dinero que entrega el Estado con sus “políticas sociales”. 

Los subsidios de las familias en acción esconde la dura realidad de unas políticas encaminadas a silenciar la inequidad y marginalidad en que se mantiene a grandes sectores de la población. 

Aquí se aplica a la inversa la sentencia china y no se enseña a pescar, sino que se regala un pez periódicamente para que la voluntad de los individuos se acomoden a la espera y se adapten a la precariedad con que pueden vivir unos meses con esa ración parca que adquieren con las monedas que les entrega el Estado, luego de superar las grandes trabas que le impone una burocracia insensible.

Estos programas que cubren el 95 por ciento de la geografía colombiana no proponen alternativas para alcanzar el desarrollo y atacar las causas profundas del atraso. 

Se trata de paliativos que, con eufemismos, logran enmascarar una estrategia de sumisión y dependencia que es cobrado después en las justas electorales para reproducir las prácticas clientelistas. 

La llamada corresponsabilidad que en materia de salud y educación deben asumir los padres para con sus hijos, resulta una forma perversa de crear compromiso y adquirir antivalores, pues todo padre responsable tiene obligaciones para con sus hijos y dos de ellas son las de proporcionarle alimento, educación y salud.

El paternalismo, que algunos definen como una “búsqueda del bien de otra persona desde un nivel de preeminencia que prescinde de la opinión del otro”, resulta un mal muy emparentado con el asistencialismo y los gobernantes hacen uso indistinto de los dos para mantener la población doblegada a la manipulación de sus necesidades por cuenta del presupuesto nacional.

Las sociedades que sufren la influencia de estos dos males suelen ser inflexibles, rígidas, intolerantes y  autoritarias. Toman determinaciones que afectan  a las mayorías y cuando estas protestan usan el chantaje y amenazan con suspender los auxilios que consideran bondades del sistema y no función social del mismo.

Se hace necesario exigir verdaderos planes de desarrollo que contemplen fuentes de empleo estables y dignas y no suplir con dádivas las necesidades primarias de la población, pues es el trabajo el que enaltece y genera verdaderos proyectos de vida.


Credito
LIBARDO VARGAS CELEMIN Profesor Titular UT

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