Las balas perdidas

Una de las noticias reiterativas de las fiestas de fin de año, además de los quemados con pólvora, tienen que ver con los heridos y muertos producidos por las llamadas “balas perdidas” que se han incrementado en los últimos años hasta lograr un promedio de un muerto cada semana.

Una de las noticias reiterativas de las fiestas de fin de año, además de los quemados con pólvora, tienen que ver con los heridos y muertos producidos por las llamadas “balas perdidas” que se han incrementado en los últimos años hasta lograr un promedio de un muerto cada semana, según el Centro de Recursos para el Análisis de los Conflictos, que adelanta el primer estudio sobre esta nueva modalidad de violencia. 

La mayoría de la población afectada corresponde a menores de edad (26%) y son pocos los responsables capturados, pese a las campañas de la Policía ofreciendo recompensas millonarias.  

El último caso referenciado es el de una niña en Medellín que celebraba el advenimiento del nuevo año en casa de un familiar, cuando recibió el impacto. Después de luchar infructuosamente, los médicos del hospital San Vicente de Paul informaron sobre su deceso.

No existe consciencia de la gravedad del problema, ni siquiera en nuestros legisladores, quienes en dos ocasiones han archivado proyectos que intentan limitar el porte de armas. Sin embargo, el problema va mucho más allá, pues como lo dijo en un reciente artículo el cineasta y escritor norteamericano, Michael Moure, a propósito de la reciente matanza de Aurora, “son las armas, pero no sólo las armas”.

Resulta interesante este análisis que demuestra que no son los videos y cintas violentas las que incitan, pues en países donde se producen masivamente, el nivel de asesinatos es mínimo (caso Japón), tampoco obedece este fenómeno a la destrucción del núcleo familiar, ya que en Inglaterra es donde más separaciones se registran  y, sin embargo, el número de masacres es casi nulo.

La conclusión de Moure es que la tendencia del pueblo norteamericano es la de matar para resolver cualquier cosa que les inspire temor, ya que se asusta con facilidad y se deja manipular con el miedo.

No podemos decir exactamente que la situación en Colombia sea la misma, pero su visión nos lleva a buscar la causa del problema en otras direcciones, en encontrar las raíces que motivan a  un grupo de irresponsables para festejar  con disparos determinados momentos de sus vidas y nos atrevemos a creer que en el fondo están las manifestaciones machistas; una creencia dogmática en el poder de la explosión y el ruido; en el valor físico que dan las armas; en el desahogo de la violencia histórica acumulada y en la ignorancia de las consecuencias de sus actos, mediados por el alcohol.

Es hora de iniciar un trabajo serio para erradicar este nuevo foco de violencia, y aprender a festejar con el estallido …  pero de sonrisas, porque como lo dice César López y lo interpreta Fonseca “toda bala es perdida”.

Credito
LIBARDO VARGAS CELEMIN Profesor Titular UT

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