En la presente semana hemos asistido a la discusión final de tres textos que bien pudieron haberse convertido en verdaderas posibilidades de progreso, equidad y justicia para el pueblo colombiano, pero que gracias a la calidad de los congresistas con que contamos y sus perversas alianzas e intereses, se esfumaron las esperanzas de lograr verdaderas reivindicaciones sociales.
Con un argumento, aparentemente creíble, y es el de que se busca descongestionar las cárceles del país, algo que todos los colombianos de alguna manera estamos pidiendo se solucione prontamente, la Cámara de Representantes aprobó el denominado Código Penitenciario y Carcelario, el cual, entre otras acciones sospechosas abre las puertas a la privatización de las construcciones de cárceles y la administración de las mismas.Otra perla es la restricción de las entrevistas a los detenidos por ciertos delitos, para lo cual los medios de comunicación tendrán que obtener permisos de los jueces y autoridades carcelarias.
En la discusión final se logró archivar un artículo que intentaba la excarcelación de un grupo importante de longevos condenados, entre ellos a políticos como Alberto Santofimio Botero a quien un antiguo correligionario quiso prestarle un enorme servicio al intentar que se aprobara encarcelamiento parra los mayores de 64 años. La tarea falló por muy poco, pero quedó latente en el ambiente la idea de que muchos legisladores solo piensan en seguir pagando favores a sus antiguos aliados.
La otra reforma que fue aprobada fue la de la salud, con la complacencia de la gran mayoría de los senadores, algunos de ellos acudieron a maniobras jurídicas para no comprometerse y se declararon impedidos. Este documento que está lleno de ambigüedades y que no tuvo la suficiente discusión entre la sociedad civil, acude también a subterfugios para enmascarar la continuidad de los mismos males estructurales del sistema y se echa mano de nuevas figuras como las gestoras que supuestamente van a acabar con las EPS, pero que en la práctica van a cumplir papeles similares.
Otra obra, dechado de impunidad que va a cobijar a los militares que cometan violación a los Derechos Humanos es el Fuero militar, que pasa la jurisdicción a los mismos militares para aquellos que atenten contra la población civil, los cuales serán juzgados, ya no por la justicia ordinaria, sino por tribunales militares o mixtos.
Distintas organizaciones de Derechos Humanos se han pronunciado en su contra, al igual que organismos internacionales como la ONU. Una aberración de este código es la denominación de “Blanco legítimo” que establece la potestad de actuar contra civiles por la simple consideración de “sospecha”.
Parodiando una reconocida obra, podemos decir que estos tres tristes textos hacen parte de la historia local de la infamia.
En la presente semana hemos asistido a la discusión final de tres textos que bien pudieron haberse convertido en verdaderas posibilidades de progreso, equidad y justicia para el pueblo colombiano, pero que gracias a la calidad de los congresistas con que contamos y sus perversas alianzas e intereses, se esfumaron las esperanzas de lograr verdaderas reivindicaciones sociales.
Credito
LIBARDO VARGAS CELEMIN Profesor Titular UT
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