La voz de las urnas

Como desde hace varios lustros, el Tolima ha entregado muestras de su generosidad para con quienes tienen novedosas visiones democráticas, no importa su procedencia o antecedentes.

Continuando con la mirada a las votaciones del pasado domingo y, particularmente, a las de Senado, aparecen visiones que parecen incontestables.

Primero que todo debe agradecerse el vivir en una región en donde impera la transparencia, ya que lo que acontece en otras regiones menos afortunadas por acá ni siquiera se menciona. Asuntos como que las administraciones utilicen el personal y los recursos (digamos de una empresa de servicios públicos) para promover ciertas opciones electorales eso resulta impensable en este terruño; que un candidato alegue su identidad con los condenados por su complicidad y cercanía con narcotraficantes y paramilitares resulta absolutamente extraño para el debate en el Tolima y que el domingo estuvieran pagando 150 mil pesos por el “combo” de Senado y Cámara resultaría totalmente rechazado en la tierra vinotinto y oro.

Los resultados obedecieron claramente al triunfo de los antecedentes y al vuelo intelectual de los aspirantes y a la profundidad de las ideas y el raigambre que en la región adquirieron las propuestas a lo largo del debate.

Como desde hace varios lustros, el Tolima ha entregado muestras de su generosidad para con quienes tienen novedosas visiones democráticas, no importa su procedencia o antecedentes, y no cabe sino esperar que esa manifestación en las urnas tenga una cabal interpretación en la composición de los equipos de gobierno de la región y el municipio. Alguna recompensa deben tener los esfuerzos y la identificación con los asuntos del Tolima para quienes fueron premiados con generosas votaciones.

Sería de elemental justicia que el senador risaraldense Samy Merheg, que contó con tan amplio respaldo ciudadano y la colaboración desinteresada de sus contrapartes en Cámara en la región, tuviera participación en los gabinetes. Sus ideas sobre expansión de la frontera agrícola en tierras estatales en el Guaviare, la incorporación de nuevos recursos a la economía nacional y sus nexos con prohombres de Dosquebradas y Pereira, hoy por hoy exiliados por la fuerza y la injusticia, darían lustre y vigencia a los equipos.

El senador huilense Hernán Andrade podría trasplantar al Tolima las fórmulas encontradas para el progreso y restauración de la Caja Nacional de Previsión o la distribución de los bienes de la Dirección Nacional de Estupefacientes. Seguramente le da para cuota en los gabinetes.

Ni hablar del raigambre local de Efraín Cepeda, de cuyas gestiones en el Atlántico harían bien en imitar en la región para la optimización de los servicios públicos. Bienvenidos los asesores con acento costeño a las entidades tolimenses.

Ya sabemos de la cercanía que José Obdulio Gaviria tiene con algunos paisanos suyos que laboran en la región, lo que ha de facilitarle su vinculación.

Los electores celebraron alborozados que Pompilio Avendaño, después de divagar por muy diversos partidos y movimientos haya llegado, al menos este mes, a uno donde se identifica moral y políticamente; bienvenidas sean las experiencias que en el pasado recogió de Juan Carlos Rizzeto y Juan Carlos Martínez del Valle, sus más recientes preceptores.

Lamentablemente, un acendrado tolimense como Roberto Ortiz, que ha hecho crecer el fervor tolimensista en el Sur del país, no fue reconocido por sus paisanos pese al apoyo de la fulgurante carrera legislativa de Rubén Darío Rodríguez.

Sin temor puede decirse que es hora de relevar la cuota de La Picota de los gabinetes por la de los asesores externos. El Señor nos asista.

REDACCIÓN EDITORIAL

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