De 2001 a 2020

En mis primeros años de trabajo como reportero de televisión tuve un gran maestro, Gustavo Nieto, quien me enseñó que había frases tan trilladas que se convirtieron en lugares comunes. “Frases de cajón”, como les decimos en el periodismo. Él me ponía tres ejemplos que recuerdo, aunque han pasado dos décadas: “Con lágrimas en los ojos...”, “Con la maleta cargada de ilusiones...” y “1998, el año en que el mundo cambió (puede ser cualquier año)...”. Se habían repetido tanto en noticieros radiales y televisivos, o escrito tantas veces en periódicos y revistas, que demostraban dos cosas: o el reportero era novato o era muy poco creativo. Desde entonces me impuse la tarea de no repetir este tipo de oraciones y me obligo a buscar mejores recursos para contar una historia, aunque no soy infalible. Lo increíble es que jamás imaginé, y esta es otra frase de cajón, que viviría como periodista para ser testigo de dos años en los que realmente se puede decir “el año en que el mundo cambió”.

Por un juego más

Ciento veinte minutos duró la tregua en la guerra política e ideológica que se libra en las redes sociales de los colombianos. Un ejercicio matemático simple: 45 minutos del primer tiempo, 3 de tiempo adicional, 15 minutos del intermedio, 45 del segundo tiempo y otros 4 adicionales, para un total de 112 minutos. Unos pocos más para festejar y felicitar a la Selección Colombia por su maravilloso juego con Venezuela y para desearle pronta recuperación a Santiago Arias por su lesión. Cumplidas esas dos horas de pausa los campos de batalla en las redes sociales se llenaron otra vez de combatientes. Los mismos de siempre, los dueños de la verdad absoluta enfilando sus cañones contra quienes piensan diferente. No importa a quién o a quiénes tengan que atacar para acabar, de una vez por todas o al menos por ese día, con los promotores del paramilitarismo o esa mano oscura que dicen maneja a Colombia; o, en su defecto, con el castrochavismo, disfrazado diabólicamente de socialista y comunista, que persigue tomarse el poder para convertirnos en otra Venezuela. Como si ya no hubiera suficientes indicadores que nos asemejan a la tragedia de la nación hermana.

Incertidumbre en Estados Unidos

Minutos antes de las 12 de la noche, del pasado jueves, envié un mensaje por WhatsApp al grupo de producción del programa de radio de Univision en el que trabajo. Informaba que el presidente Donald Trump se sometía a una cuarentena voluntaria, luego de que su asesora cercana Hope Hicks diera positivo a coronavirus. Y me dormí. Hora más tarde, al despertar a las 6:30, encontré que Trump confirmó en Twitter que también dio positivo junto a la primera dama.

Camino equivocado

Las consignas eran de parte y parte. “Viva Trump” gritaban unos, enardecidos; “Arriba Biden” respondían otros, haciéndolo más fuerte. Ocurrió frente al Club de Golf que tiene Donald Trump en Doral, una pequeña y moderna ciudad en el sur de Florida. En su interior, el propio presidente de Estados Unidos se reunía con alrededor de cien delegados de grupos latinos que apoyan su reelección.

Mundos opuestos

En Popayán, en el cerro Tulcán, un grupo de indígenas furibundos derribó la estatua de Sebastián de Belalcázar, cuando protestaban para rechazar los hechos violentos de los días anteriores. En Bogotá, los dos policías que llevaron a la muerte al abogado Javier Ordóñez escaparon de quienes iban a capturarlos, para que detuvieran a uno y el otro se entregara horas después, en medio del repudio general. En Santander durante más de un año le dieron carne de burro y caballo, muchas veces descompuesta y adulterada para que pareciera en buen estado, a los niños que necesitan más ayuda alimentaria por parte del Estado.

Historia sin fin

Fueron largos minutos de violencia oficial que terminaron convertidos en horas de violencia ciudadana. Quejidos de dolor, en los que un solo hombre pidió desesperado: “Por favor, no más”, repitiéndolo una y otra vez, que también se convirtieron en gritos furibundos por parte de cientos. Fue un procedimiento policial que se convirtió en la peor protesta ciudadana de lo corrido de 2020. Minutos que se convirtieron en horas y luego en días, recordándonos lo predecibles que somos los seres humanos cuando perdemos el control y caemos en esos fenómenos de histeria colectiva, que al final solo dejan caos y destrucción, pero especialmente sangre y dolor.

Gran consejo

“Los colombianos nos pronunciamos cuando surge un movimiento internacional, pero no lo hacemos cuando ocurre algo en nuestro país. Lo veo como una gran falta de sentido de pertenencia”.

La calle de la discordia

La calle no es un rincón pequeño o solitario de Miami, como ha sucedido con otras designaciones hechas con personajes ilustres, como el recordado y desaparecido periodista colombiano Eucario Bermúdez. Es una vía importante, en un sector con amplia presencia de colombianos, quienes han hecho del sur de la Florida su residencia oficial.

David enfrenta a Goliat

El documental dura un poco menos de dos horas y se titula ‘The great hack’ o ‘Nada es privado’. No trae nada desconocido, pero sí se trata de una maravillosa radiografía de los hechos sucedidos con Cambridge Analytica, en la carrera presidencial de 2016 en Estados Unidos; y del Brexit, en Inglaterra, aprobado en referendo el 23 de junio del mismo año.

Redes calientes

Ha pasado más de una semana desde la detención preventiva del expresidente Álvaro Uribe y todavía no se sabe quién va ganando el pulso. Y no me refiero a los magistrados de la Corte Suprema de Justicia, quienes solo están haciendo su trabajo, así estemos o no de acuerdo con sus decisiones; tampoco hablo de los congresistas del Centro Democrático, quienes por obvias razones tienen que instigar en contra de lo decidido por la justicia, ya que con la posible caída de su “eterno” la mayoría de ellos regresaría a ser ciudadanos de a pie como usted o como yo.