El interés de los docentes por estudios de posgrados

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En Colombia, la formación profesional de los docentes corre por cuenta de cada uno de ellos; ocurre lo mismo con los que se acceden a los estudios de posgrado en educación, requeridos para ascender en el escalafón e incrementar sus salarios.

Las estadísticas más recientes, divulgadas por el Dane sobre el nivel educativo alcanzado por los 14 mil 255 docentes que laboran en establecimientos educativos del Tolima (2012), nos dicen que cinco mil 410 tienen títulos de posgrados, cifra equivalente al 38 por ciento de ese total, porcentaje que se ha estado incrementando año a año.

Los docentes hacen inversiones personales en posgrados porque tales títulos le permiten llegar a categorías más altas en el escalafón y como consecuencia tener incrementos salariales debidos a su ubicación en el escalafón. Hay angustia y expectativa de los docentes en general, hacia el logro de mejores salarios, porque “es claro que los salarios promedio mensuales de los docentes en Colombia son menores que los salarios promedio que devengan los profesionales de ocupaciones seleccionadas para el grupo de comparación”, lo dice el documento “Tras la excelencia docente”, de la Fundación Compartir, divulgado recientemente.

Es tal el interés de los docentes por los estudios de postgrado, que en la Universidad del Tolima, en un semestre se llegó al caso de 118 matriculados en la Maestría en Educación.

Travesía de dos docentes de Riomanso

Hay casos tan singulares como el de las docentes Yenny Carolina Bocanegra y María del Carmen Trujillo, quienes se desplazan desde la institución educativa Riomanso de Rovira, hasta Ibagué, todos los sábados para cumplir labores académicas de la Maestría en Educación de la Universidad del Tolima, en el presente semestre.

Riomanso es una inspección de policía que paradójicamente no tiene el servicio de policía permanente, debido al peligro que amenaza la vida de los agentes policiales, pero por lo menos tiene una institución educativa con 180 estudiantes en una sede central y ocho satélites rurales, cada una con un docente.

Yenny Carolina y María del Carmen, deben viajar desde Riomanso a la zona urbana de Rovira, por una carretera destapada por la cual sólo transitan camperos, en un único horario. “Muchas veces, casi siempre nos toca viajar en la parrilla del techo del campero Willys, porque ya está lleno el cupo de ocho pasajeros, a la 1 de la tarde cuando debemos trasladarnos a las clases de la maestría, los sábados”, dice María del Carmen.

Cuando llueve, la vía se vuelve intransitable, los vehículos se entierran en el barro. Son tres horas de tránsito por estas carreteras hasta Rovira y de allí otra hora hasta Ibagué.

Se va la luz y la

señal de Internet

Son profesionales que tienen dificultades para acceder a la red de Internet y hasta para comunicarse por celular. No disponen en la institución educativa de textos o libros que le faciliten sus estudios de posgrado. “Si llueve se va la luz eléctrica y la señal de celular. No se pueden hacer descargas de envíos electrónicos y tal operación se vuelve muy lenta”, dice Carolina.

A las dificultades físicas para llegar hasta la universidad a cursar el posgrado, se le suman las dificultades para financiar los costos de cada semestre de maestría. Porque tienen salarios que apenas se aproximan al millón y medio de pesos, siendo que ya tienen más de dos años de experiencia docente.

En cuanto a los salarios de los docentes es pertinente decir que en 2014, los docentes escalafonados por el estatuto de la Ley 2277 de 2079, que son las dos terceras partes del total en Colombia (cerca de 200 mil), los salarios están entre 665 mil 380 el más bajo y dos millones 711 mil 939 el más alto. Para los docentes escalafonados según el decreto Ley 1278 de 2002, que son cerca de 100 mil en el país, los salarios van del millón 121 mil 819 para los normalistas hasta los cuatro millones si acreditan una maestría y años de experiencia exigidos. De todas maneras, son salarios que no dan mayor margen para financiar estudios de posgrado.

Credito
LUIS E. CHAMORRO RODRÍGUEZ ESPECIAL PARA EL NUEVO DÍA

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