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Además de la lectura política hecha en la primera parte, veamos otros factores de la sencilla complejidad: El análisis sociológico para caracterizar al pueblo tolimense, sus migraciones, sus paradigmas dominantes, su cultura, sus contextos, su realidad ocupacional y económica sus formas de organización, etc. Tal análisis revelaría los fenómenos históricos causantes de esa caracterización y permitiría pensar escenarios de futuro con soporte antropocéntrico. Como ese análisis nunca fue base para pensar el futuro entonces hoy se planifica porque sí, y sin saber por qué y para quién y esa es la antítesis de una democracia con sentido regional.
El análisis histórico-territorial para conocer nuestra histórica espacialidad geográfica. Dijo Will Durant, “lo que no se conoce no se comprende y lo que no se comprende no se puede querer” y de ahí que sólo conociendo y comprendiendo nuestro territorio puede surgir otro enfoque del pensamiento regional, ejemplo: la relevancia de la identidad tolimense en la apuesta por el futuro, el valor de nuestra riqueza humana, material y subjetiva, el concepto autonómico frente a un centralismo cada vez más absolutista, el por qué debemos construir modelos propios de organización social, económica y política. Sin visiones e ideas superiores y pertinentes no habrá verdadero progreso, sólo la resignación a que todo siga siendo igual.
El análisis de economía política desde la perspectiva del empoderamiento sociopolítico del territorio, para así avanzar en la conceptualización y el planteamiento prospectivo exigidos para forjar una economía que haga posible hacer del Tolima una región de dueños. Afirmar que el fin de la gestión pública y privada es generar empleo es una errónea premisa respecto al bien colectivo porque, de adrede o no, impide pensar que prosperidad y bienestar común se construyen con democracia económica y política, es decir, con auténtica inclusión social.
El examen de lo ambiental con enfoque ontológico e histórico, permitirá un diálogo amplio para consensuar acuerdos sobre un asunto cardinal: ¿cuál es el hábitat que las generaciones actuales legarán a su descendencia? Rehuir la respuesta a este asunto degrada las ideas del progreso, permite que el interés ajeno amplíe su dominio sobre nuestros recursos naturales y condena al tolimense, al de hoy y al del futuro, a ser víctima de abuso, a creer en “pajaritos de oro” y a ser excluido del diálogo sobre el desarrollo. Solo hay dos opciones: continuar en lo mismo o aceptar que el verdadero desarrollo entraña una sencilla complejidad.
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