Propuesta disruptiva para un acuerdo regional (I)

Alberto Bejarano Ávila

Juzgando que los líderes son sinceros en su deseo de alcanzar el progreso tolimense, yo seré sinceró y diré que su deseo pervivirá por sécula seculórum sino redefinimos el sentido de lo político y aceptamos que hay otras vías a seguir. Habiendo fraguado por décadas otra visión prospectiva para la región, disruptiva claro está, mal haría en engavetarla y por ello planteo a los líderes una propuesta que ojalá ellos quieran examinar, pero si no, entonces me servirá de ejercicio terapéutico preventivo para evitar un escepticismo incurable.

El sincero interés político y apolítico (¿?) por el progreso regional, la evidente expectativa por la elección territorial del 2019 y la perspectiva electoral de 2023, me indujeron a proponer cómo correlacionar el sincero deseo por el progreso con los eventuales sucesos electorales, idea que sintetizaré en cuatro entregas que pueden compilarse para debatirse y mejorarse. El enfoque propositivo que dejo a consideración del Comité del Gremios, las organizaciones sociales y la academia tolimense, se fundamenta en las siguientes cinco ideas fuerza:

a) Lo que hoy creemos es la política es un craso error que los tolimenses debemos rectificar. Esta idea fuerza la sustento con la exhortación de San Remigio a Clodoveo: “Dobla la cerviz fiero sicambro, adora lo que has quemado, y quema lo que has adorado”, e igualmente con el axioma de Alvin Toffler: “los analfabetos del siglo XXI no serán aquellos que no sepan leer y escribir, sino aquellos que no puedan aprender, desaprender, y reaprender”. Por funesta experiencia los tolimenses ya deberíamos saber que acolitar la arcaica política nos convierte en cómplices del subdesarrollo y de la falta de oportunidades para nuestros jóvenes.

b) El liderazgo que puede guiar el esfuerzo colectivo para ocasionar el cambio es distinto del caudillismo que crea el clima donde incuba el atraso. Los nuevos líderes (o los mismos pero reeducados) deben conocer a fondo la región y luego sí el país; deben ser capaces de vencer la disritimia del magín tolimense que aguijonea al individualismo (recordemos a Hobbes: “el hombre es un lobo para el hombre”) e imposibilita el liderazgo colectivo; deben ser críticos, disruptivos y no continuistas; deben aceptar que al cambio siempre se le “hizo conejo” y de ahí el uso de tal vocablo sin honradez intelectual y como simple eufemismo al que estamos acostumbrados, justamente por carecer de pensamiento crítico e ideas renovadoras.

c) Pensar el desarrollo no es mero asunto político o económico, es mucho más y, de ese más, emanan las fortalezas para construir la buena política y la buena economía. Así entonces el desarrollo exige pensamiento sistémico, definido tal concepto, en palabras de Peter Senge, como “la disciplina que integra las demás disciplinas, fusionándolas en un cuerpo coherente de teoría y práctica”, definición que amplía Senge al señalar que: “la visión sin pensamiento sistémico termina por pintar seductoras imágenes del futuro sin conocimiento profundo de las fuerzas que se deben dominar para llegar allá”. Continúa…

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