¿Estadistas geniales o mera inercia funcional?

Alberto Bejarano Ávila

Quienes sagazmente moldean las percepciones fijan en la opinión ideas tontas de cambio y modernidad y cortos juicios de valor sobre la gestión del gobernante y de quienes se espera estimulen el progreso municipal o del Tolima.
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Estos apocados juicios de valor permiten que meras acciones de trámite cotidiano, que serían de competencia de las secretarias u oficinas subalternas, sean utilizadas en encuestas para que los falsos gestores del desarrollo logren elevada calificación, cuando en realidad y como contrasentido descalificador, los problemas sociales y el deterioro de la infraestructura pública se agudizan cada vez más.

Nadie podrá objetar la importancia de las obras que se realizan con dineros del erario, pues al fin y al cabo para ello pagamos impuestos y tenemos derecho a trasferencias nacionales pero, desde las razones objetivas del desarrollo, vemos como abusivo que obras accesorias o menores (útiles unas, inútiles otras) sean mostradas por los gobernantes como grandiosas pruebas de que son estadistas y estrategas geniales que están cambiando la dura realidad.

Ejemplo chocante de lo dicho fue el galardón otorgado al “mandatario” de Ibagué en 2019 como mejor Alcalde del país, cuando ninguna obra, cualitativa o material (ej. una vertebral avenida o una osada convocatoria), decisivas para el desarrollo de Ibagué, inició o acabó en su “mandato” y cuando problemas reales y sufridos empeoraron (desempleo, deterioro de la malla vial, caos en semaforización y movilidad, inseguridad y más males). Igual se dice del excesivo “engorde burocrático” y la gran deuda contraída con la banca nacional, ruidos que, de ser ciertos, achican el erario futuro. Lección: suele ocurrir que un alcalde sienta las bases para más atraso y no para el progreso y por ello merece aplausos y silencios cómplices.

Imposible es hallar las causas reales del subdesarrollo y sus soluciones si la opinión pública, seducida por el sutil manejo perceptivo, cree que unos metros de asfalto o unos planes para paliar miserias, son hechos detonantes de desarrollo y es por ello que la pobreza conceptual sobre lo moderno y lo socialmente justo que anida y se reproduce en nuestro rancio modelo mental, tiene que dar paso a nuevas ideas de futuro, única manera de que pueda emerger la mentalidad progresista y, si así no fuere, entonces “a quejarnos al mono de la pila”.

Tres preguntas serían buenas para un foro concluyente sobre nuestro modelo mental: ¿Por qué en el Tolima el atraso se aclimató y se reproduce? ¿Por qué las soluciones que por años se plantearon no dieron resultados? ¿Qué doblega nuestra visión y voluntad para encontrar soluciones acertadas? Estas preguntas, básicas para desvelar lo que sucede en el Tolima, no gustarán a quienes pontifican y son renuentes a compartir saberes, pero, así disguste, creo que la única forma de trascender esa región boba, la que quema años utilizando como leña el populismo, es apelar a la autocrítica y al diálogo de saberes y descreer que las soluciones a los crecientes problemas las traerán quienes siempre han causado esos problemas.

ALBERTO BEJARANO ÁVILA

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