Voto protesta

Carmen Inés Cruz Betancourt

En Colombia padecemos numerosas calamidades que surgen y se profundizan por el inadecuado manejo de quienes dirigen el país. Sin tratar de agotar el listado menciono solo la arraigada violencia fratricida que ha dejado tantos muertos, masacres,  cientos de líderes y excombatientes asesinados y comunidades desplazadas; la corrupción e impunidad rampantes, la creciente inseguridad, la dolorosa inequidad social que condena a la pobreza, al desempleo y la desesperanza a una gran proporción de la población; la depredación de los recursos naturales, la deficiencia de servicios esenciales como las vías, la educación, la salud, la justicia, el acceso al agua potable, las innumerables leyes que se incumplen y las falsas promesas con que los politiqueros subyugan a la población.
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Estas y muchas otras razones explican las frecuentes y airadas protestas que, con diversos formatos, tienen lugar en diversos rincones del territorio. Y si bien muchos comparten los motivos de algunas de ellas, también son muchos los que rechazan aquellas que conllevan violencia y destrucción de bienes públicos y privados que con tanto esfuerzo se han logrado, dígase puentes, carreteras, estaciones, edificios, vehículos, amoblamiento urbano, etc. 


Entre tanto, hay una forma de protesta que podría ser más eficaz pero que infortunadamente se subutiliza; es el “voto protesta”. Significa negar el voto a quienes representan “más de lo mismo” o pueden llevarnos a peores situaciones y, en cambio,  otorgarlo sólo a quienes merecen nuestra confianza. Ello implica superar la idea de que todos los políticos son malos y corruptos, porque no es cierto, hay algunos honestos y competentes, solo que no logran suficiente visibilidad porque son apabullados por las maquinarias de quienes aplicando raudales de dinero abruman con mensajes, eventos, obsequios y publicidad engañosa. La salida es liberarnos de estos sin acudir a la violencia y dar la oportunidad de representarnos a quienes pueden hacerlo dignamente; sería entonces un “voto de protesta”.


No es una ilusión, esto sí es posible. Si recordamos que en las elecciones legislativas para 2018, del potencial de sufragantes de Colombia solo votó el 48.85% y de los del Tolima votó el 47.97%, resulta entonces que por variadas razones más de la mitad se abstuvieron de votar. Así, queda claro que de haber intervenido en forma correcta solo una fracción de esos abstencionistas las cosas hubieran podido ser distintas. Ahora bien, una parte de esa abstención es insuperable por problemas de salud, de distancias insalvables, de transporte, obcecación y otras, pero también puede haber una fracción que no participó por desinformación, escepticismo o desesperanza, y a esa población debemos llegar con la información adecuada y el mensaje de que su voto es vital para superar tantas dolencias del país.


Y, puesto que el próximo 13 de marzo tendremos la oportunidad excepcional de descartar a quienes representan “más de lo mismo” y, en cambio, elegir personas que aporten para que Colombia sea un mejor país para todos, el gran desafío es superar tan abrumadora abstención. Se requiere un voto informado, inteligente, reflexivo, que rechace a quienes compran votos con mercaditos, camisetas, cachuchas y un paseo por el pueblo con refrigerio incluido, mientras escuchan discursos y promesas que nunca cumplen; y si necesitan ese mercadito y esas prendas, recíbanlas, pero no entreguen su voto por tan poca cosa, su futuro, el de su familia y el de su país, valen mucho más que esas baratijas. 


Votar bien y copiosamente es la mejor forma de protestar. Será una protesta pacífica y con certeza mucho más eficaz.

Carmen Inés Cruz Betancourt

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