Cuidado con el “Efecto Cobra”

Carmen Inés Cruz Betancourt

Las declaraciones de la economista mejicana Alejandra Ramos (El Tiempo 13-03-2022) contenidas en entrevista publicada con el título: “Ni el bambú es el héroe, ni el plástico el villano” me impresionaron de modo especial.
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En ella se refiere a algunas medidas adoptadas por diversos gobiernos para mitigar problemáticas sociales, las cuales, a pesar su intención bondadosa produjeron resultados contrarios. Para ilustración recojo algunos de los numerosos ejemplos que destaca:

En primer lugar se refiere “al programa impulsado por el Gobierno británico durante el periodo colonial en la India, ante el gran problema de salud pública provocado por el alto número de serpientes, que consistió en pagar a los ciudadanos por cada Cobra que mataran. Tuvo como resultado que la gente comenzó a criar cobras en sus casas para recibir la recompensa y el número de estas creció aún más”. Así surgió el llamado Efecto Cobra.

También destaca el programa llamado Sembrando vida del Gobierno mexicano, que ofreció pagar por cada árbol sembrado en zonas deforestadas y el resultado derivó en la tala o quema de árboles para plantar otros y cobrar el subsidio.  Uno más se refiere al impulso al turismo para generar ingreso y empleo a la población, que en algunas comunidades ha traído un gran volumen de basura generada por los turistas, agravando así el problema de disposición de la misma. También cita el problema que enfrentan en USA con el subsidio al desempleo que ha llevado a que muchas personas prefieran acogerse a dicho subsidio antes que buscar empleo o aceptar uno que no les satisface plenamente, inclusive a optar por trabajos pagados por “debajo de la mesa” a fin de mantener el estatus de desempleado. 

Todos ellos han sido esfuerzos dirigidos a resolver o mitigar problemas sociales que presionan a los gobiernos. Frente a ello, señala la entrevistada que “el reto está en que todos esos esfuerzos y recursos respondan a estrategias asertivas y no a políticas miopes que solo generen resultados mediocres o, incluso contraproducentes”.

Traigo este asunto a colación porque, en diversos campos, también en Colombia hemos caído en trampas similares. ¿O acaso no hemos optado el pico y placa que ha inducido la adquisición de un segundo auto o de una motocicleta? ¿Y el programa de apoyo a madres cabeza de familia, o madres solteras, del que se dice que ha estimulado el embarazo precoz para acceder a los beneficios otorgados? y también a que algunas mujeres oculten a su cónyuge para mantenerse dentro de dicha categoría. Y qué de la oferta de recompensas a los militares por el número de guerrilleros dados de baja, que condujo a los llamados ‘falsos positivos’ que implicó el asesinato de millares de jóvenes a quienes disfrazaron de guerrilleros. 

El llamado es pertinente porque la decisión de los gobiernos de entregar bonificaciones, subsidios y beneficios a población vulnerable, si bien es loable dado el enorme nivel de pobreza que agobia a grandes sectores de la población, su adopción exige asegurar la capacidad de supervisión para evitar que sean acaparados por vividores y oportunistas, fortaleciendo así una cultura del engaño y la trampa. Similar atención deberá tenerse con programas que pretenden aliviar la severa problemática ambiental. Unos y otros son, en general, programas que implican costos muy altos, y no se trata de estigmatizarlos, pero sí de anticipar sus efectos laterales y evitar las distorsiones que puedan surgir. En suma, es imperativo aprender de la experiencia y cuidarnos del  Efecto Cobra

 

CARMEN INÉS CRUZ

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