El peor negocio de Colombia

Columnista Invitado

Colombia, como Estado Nación y como colectividad, durante sus más de 200 años de existencia ha hecho un número abultado de malos negocios y, desde hace varias décadas, imperceptible pero intensamente, está llevando a cabo uno de los más funestos y frustrantes de su historia.
PUBLICIDAD

¿Cuántos billones de pesos ha invertido, año tras año, durante los últimos 40 años, en la educación primaria de sus niños? ¿Cúanto dinero, en tal lapso, ha dedicado a la educación secundaria? ¿Cuánto a la educación superior? En tal espacio de tiempo, ¿cuánto ha invertido en la salud de niños y jóvenes? ¿Cuánto ha dedicado a alimentación escolar? Los conceptos enunciados no agotan la lista de lo que debe analizarse al respecto, pero son una muestra significativa.

En coexistencia ilógica de cosas, las cifras destinadas a ello son inmensas respecto de nuestros “apretados” recursos económicos como Estado Nación, pero son insuficientes. ¡Vaya paradoja!

Miremos las cosas desde la otra acera. La cantidad de jóvenes en edad productiva que en los últimos 40 años han emigrado de Colombia es considerable, y hoy, laboran y producen riqueza para los países en que se han radicado. Ellos han sido formados académicamente por Colombia, país cuya economía lleva más de 200 años “pasando aceite” pero que invierte parte sustancial de su presupuesto en educación, alimentación, salud, recreación, etc., de nuestros niños y jóvenes, pero le niega a las nuevas generaciones la posibilidad de tener un futuro económico en su tierra de origen.

¡Qué negocio tan malo estamos haciendo como Estado Nación! Invertimos lo poco que tenemos en educar a generaciones enteras para que otros países cosechen los frutos.

¿Cuál es la causa? Que no hemos logrado implementar un modelo económico que brinde oportunidades laborales dignas. Lo que nuestro mercado laboral ofrece son insuficientes plazas con salarios pírricos, o bien funestos e inestables contratos civiles de prestación de servicios de pocos meses de duración y, desempleo “a la lata”.

Somos un país que gastamos lo poco que tenemos en formar jóvenes para que otros cosechen. Como sociedad, como colectividad, como Estado somos deficientes, ilógicos, incongruentes, generamos pesimismo, desilusión. O nuestros jóvenes emigran, o aceptan estúpidas y frustrantes condiciones laborales y sus abominables consecuencias: pírricos salarios, durar meses o años buscando ubicarse laboralmente, o el desempleo disfrazado de rebusque, mal llamado “emprendimiento”.

Esa coexistencia ilógica de cosas nos cuesta, todos los días, inmensa cantidad de dinero y nos impide tener futuro como nación, como colectividad.

 

Eduardo Muñoz Serpa

Comentarios