Para no esperar tanto

Hoy hace diez años, mediante una orden de suyo violatoria de los acuerdos que establecían un plazo de 48 horas entre el momento de expedirla y el ingreso de las tropas a la zona, el presidente Andrés Pastrana le puso fin a un proceso de paz que tuvo por escenario a San Vicente del Caguán, municipio del Caquetá, y por protagonistas a ese Gobierno y a las guerrillas de las Farc.

Se trató, por supuesto, de un proceso que nació haciendo agua por razón de haberse echado a andar en medio de la algarabía de los fusiles de unos y otros (pues nunca se declaró un cese bilateral del fuego) y de las insidias más horrorosas de los enemigos de la paz.

El país todavía recuerda con indignación uno de los episodios que más negativamente incidió en el rompimiento: el del “collar bomba” que cobró la vida de la señora Elvia Cortés, el cual se le atribuyó a la organización insurgente sin que esta hubiera tenido nada que ver en el fatídico incidente.


Lo más curioso de este rompimiento fue que ocurrió en medio de una orquestación tan monumental por parte de todos los medios de la derecha que la generalidad de nuestros conciudadanos terminó creyendo en la inutilidad del proceso y la agenda que se venía discutiendo, en la conveniencia del rompimiento y en el inminente aniquilamiento de la organización guerrillera, que no solo quedaría desprovista de la protección que le brindaba la Zona de Distensión, sino que no tendría cómo hacer frente a unas Fuerzas Armadas que habían aprovechado los treinta y siete meses que duraron los diálogos para robustecerse en hombres y pertrechos gracias a los recursos del Estado y del Plan Colombia.


Transcurridos estos 10 años, el país sigue requiriendo que se solucionen los múltiples problemas planteados en la agenda y que se restablezca un nuevo frente de diálogos para aclimatar la paz, ya que el camino de los fusiles como método para la desaparición del enemigo ha demostrado su inoperancia.


Precisamente la Corporación Nuevo Arco Iris señala que, durante los últimos tres años, en los enfrentamientos con la insurgencia, seis mil 400 miembros de las fuerzas del Estado quedaron fuera de combate, de las cuales dos mil 235 lo fueron durante el 2011.


Tan alarmantes cifras nos hablan de que el Estado viene ganando apresuradamente la guerra en los titulares de prensa, pero para hacerlo en nuestras montañas requerirá de otro tiempo igual al de los años transcurridos desde la muerte de Gaitán. De la intensidad con que trabajen los amigos del diálogo dependerá que no se tenga que esperar tanto.



Credito
RODRIGO LÓPEZ OVIEDO

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