¿Mujeres al poder?

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En una de las muchas afirmaciones con que ha buscado atizar la discusión entre sus lectores, Gabriel García Márquez ha dicho que “la única idea nueva que podría salvar a la humanidad en el Siglo XXI es que las mujeres asuman la dirección del mundo”, pues “la hegemonía masculina ha dilapidado una oportunidad de diez mil años”.

Muchas razones puede tener nuestro Nobel en la causa de su afirmación, pero considero que pocas en su conclusión. No creo, por ejemplo, que, en tiempos de Cleopatra, los egipcios se hubieran sentido peor gobernados si, en lugar de ella, hubiera estado Ptolomeo, hermano y esposo de la polémica Reina. Tampoco lo creo de los ingleses regentados por Elizabeth, la Reina Virgen, si en lugar de ella, el Imperio hubiera estado bajo la batuta de su amante Robert Dudley, Conde de Leicester, ni que los estadounidenses pudieran sentirse hoy mejor bajo la presidencia de Condoleezza Rice, primera asesora de seguridad de George Bush.

De igual manera, y saliéndonos del campo de las suposiciones, muy poco tendrá la historia para mostrar de Margaret Thatcher o de Ángela Merkel, salvo la imperialista agresión de la primera sobre Las Malvinas, o la indeclinable vocación de servicio de ambas a favor del gran capital y de la solución de sus crisis descargándolas sobre la población.

Claro, de haber tenido la oportunidad, muchas mujeres habrían podido dirigir los destinos de sus pueblos mejor que sus congéneres masculinos. Catalina la Grande demostró esa posibilidad. Las inmensas transformaciones que le imprimió al imperio ruso probablemente no habrían sido desarrolladas por nadie más, pues nadie contaba como ella con tanta influencia entre la aristocracia terrateniente rusa, ni tan claras perspectivas ideológicas inspiradas en el espíritu iluminista de la época, como tampoco de asesores de pensamiento tan universal como el de su amigo Denis Diderot.

Por supuesto, que necesitamos de las calidades de la mujer para salir de los apuros del presente. A Chile, Argentina y Brasil, entre otros países, les ha ido muy bien con la presencia de talentosas mujeres en sus solios presidenciales. Ellas han logrado resolver problemas principalísimos de sus respectivas sociedades, ¡pero cuidado!, no por ser mujeres, sino por estar sintonizadas con las más apremiantes necesidades de sus pueblos. Y a nosotros también nos irá bien con Clara López y Aída Avella si logramos que tan espléndida fórmula resulte victoriosa en las próximas elecciones. Pero, otra vez, ¡cuidado!: no porque ellas sean mujeres, sino por estar comprometidas en la solución de los problemas populares. Y no nos cansaremos de insistir: el problema no es de sexos; ¡el problema es de a cuál clase se sirve!

Credito
RODRIGO LÓPEZ OVIEDO

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