El día sin carro

Manuel José Álvarez Didyme

La improvisada y por tanto improvidente medida, de decretar nuevamente “un día sin carro” en esta ciudad, ha debido pensarse suficientemente antes de imponérsela a rajatabla a sus habitantes, dado el gran cúmulo de personas que se afectan con tal determinación, en plenas fases de desempleo y de pandemia. 
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Y es que, a falta de imaginación creativa, la administración del alcalde Hurtado, nuevamente ha optado por copiar algo de lo hecho en otras latitudes para llevarlo a cabo “aquí y ahora”, sin realizar la previa evaluación de sus consecuencias; sin reparar qué efectos produce tal medida sobre la escuálida economía y el precario discurrir de la ciudad, antes de ver si se toma o no y a quienes afecta, auxiliándose al efecto para ello, de estudios de tránsito y mediciones de polución ambiental entre otros, dado que las cifras de desocupación y la baja actividad económica de la ciudad, desaconsejan este tipo de experimentos.

Lo que nos lleva a pensar, cómo, mientras otras urbes encaran con seriedad y trabajan en la radical solución de los problemas que le están generando ineficiencia y desorden, en Ibagué poco o nada de trascendencia se está haciendo frente al deplorable panorama de creciente atraso que exhibe.

Porque el tiempo inexorablemente le va pasando al exadministrador del aeropuerto, hoy burgomaestre, y la ciudad continúa presentando un centro, cada vez más demacrado, ruidoso, desordenado y caótico, plazas de mercado incluidas, el cual congrega la mayor parte de su actividad económica y vida institucional; con muy pocas vías de acceso y salida de él, por lo demás deterioradas y congestionadas por cientos de vendedores ambulantes, “montones” de taxis y gran cantidad de buses desocupados que se disputan los escasos pasajeros que los demandan, en una irracional “guerra del centavo”, sin autoridad alguna que los controle y ordene.

Olvidando de cara a tan inminentes y graves circunstancias, y urgidos de procurar una solución, que para ello es indispensable diseñar proyectos ambiciosos y de más amplio espectro que los concebidos hasta ahora, como los que durante años hemos reiterado, como “un metro de superficie” –semejante al que planea Bogotá-, aprovechando la oferta que le ha hecho la empresa privada, que no buses diésel con sus graves efectos contaminantes como al parecer se están adquiriendo, y un tren urbano y de lejanías utilizando para ello lo que queda de la antigua vía del ferrocarril que alguna vez recorrió la ciudad de norte a occidente y al sur con una estación central que coincide hoy con la terminal de transporte y que a más de ello nos integraría eficientemente y a bajo costo con zonas tan próximas y con posibilidades de productividad agroindustrial como el Barrio Especial del Salado, la zona de Picaleña, –esta última que cuenta con estación del ferrocarril -, y Buenos Aires, en donde ahora mismo existe un complejo industrial y una central de carga subutilizada, y la vecindad de los municipios de Alvarado, Venadillo, Chicoral y el Espinal, a más de Girardot y Flandes este poseedor del aeropuerto “Santiago Vila” como alterno del Dorado de la capital, consolidando una consistente y estructurada región de proyección económica y altas perspectivas de competitividad.

Las opciones de comercio, industria y turismo y por supuesto de empleo que de allí surgirían, a no dudarlo serían de innegable importancia para nuestra escaecida economía.

MANUEL JOSÉ ÁLVAREZ DIDYME-DÔME

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