Con Obama, por supuesto

¿Ha sido Barack Obama el presidente del “cambio” y de la “esperanza,” como él mismo se proclamó hace cuatro años? A juzgar por algunos hechos como los campos de concentración en Guantánamo (Cuba), el restablecimiento de las relaciones con La Habana o la paz en Medio Oriente se diría que no, pero si se tienen en cuenta otros factores podría decirse que en cierta forma sí.

¿Ha sido Barack Obama el presidente del “cambio” y de la “esperanza,” como él mismo se proclamó hace cuatro años? A juzgar por algunos hechos como los campos de concentración en Guantánamo (Cuba), el restablecimiento de las relaciones con La Habana o la paz en Medio Oriente se diría que no, pero si se tienen en cuenta otros factores podría decirse que en cierta forma sí. Lo que ocurre es que la memoria de los pueblos es muy frágil, a veces excesivamente frágil.

Obama asumió la presidencia de EEUU en las peores circunstancias que ningún otro tuvo, desde los tiempos de Franklin D. Roosevelt. La economía estaba en una recesión profunda, mensualmente se perdían miles de puestos de trabajo, la industria automotriz parecía destinada a la quiebra y EEUU estaba atrapado en Irak, en una guerra armada a base de mentiras y motivaciones innobles. Todas estas circunstancias casi le amarraron las manos a Obama, quien más que dedicarse a cumplir sus promesas electorales debió consagrarse a evitar el desplome de la economía que se encontraba al borde del abismo, lugar donde la dejó George Bush. Si sólo se mirara el aspecto económico Obama tendría que ser relegido pues ha logrado una recuperación importante; la economía norteamericana lleva 13 cuatrimestres continuos de crecimiento gracias a sus medidas de estímulos, que aunque tímidas han producido resultados. Salvó a la industria automotriz a pesar de la dogmática oposición republicana que en noviembre de 2008 clamaba por que se dejara quebrar a Detroit (la cuna de la Ford y de la Chrysler), comenzando por el propio Mitt Romney. Obama no cedió a dichas presiones y salvó a esas empresas que hacen parte de las señas de identidad estadounidense. ¿Puede alguien imaginar a EEUU sin un Ford o sin un Chrysler? Es tan difícil como concebir a Alemania sin BMW o un Mercedes Benz. Su desaparición habría generado un dramático efecto devastador sobre la moral del pueblo norteamericano, además de la destrucción definitiva de varios miles de puestos de trabajo.

Si bien es verdad que su política exterior no ha sido la más afortunada (EEUU está al borde de una guerra con Irán) y que en cuanto se refiere a América Latina es casi inexistente, resulta indiscutible que actualmente se respira una atmósfera mucho menos tensa. Tanto que hace apenas unas semanas el presidente venezolano, Hugo Chávez, declaró que si él fuera estadounidense votaría por Obama, afirmación que está en las antípodas del “aquí huele azufre, aquí estuvo el demonio”, del mismo Chávez en el pódium de Naciones Unidas tras el discurso de Bush. Es innegable que este cuatrienio de Obama ha tenido un efecto balsámico y muchos sectores creen que Romney podría ser la continuación de Bush y que nos conduciría a una guerra en Irán.

Para la paz de Colombia lo más conveniente (igual que con la elección en Venezuela hace unas semanas) es el mantenimiento del statu quo. Es decir, una victoria de Obama. Su carácter sereno podría contribuir a la construcción de la paz, como ya lo ha expresado su gobierno. Algo difícil de imaginar con los republicanos en el poder. En un segundo mandato, además, el Presidente tendría más libres sus manos para hacer realidad cosas que millones de personas esperamos. Entre otras cerrar Guantánamo, normalizar las relaciones con Cuba, y fortalecer los vínculos con América Latina, en un momento en que el centro de gravedad de la economía mundial se está desplazando hacia Eurasia, con un evidente rezago de América y Europa.  

Si pudiera votar lo haría por Obama, quién quita que en esta oportunidad además de la presidencia conquistara el poder. Porque una cosa es una cosa y otra cosa es otra cosa. Así de simple.

Credito
GUILLERMO PÉREZ FLÓREZ

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