La “guerra del centavo”

Volvió a suceder. Sucede todos los días, no será la última vez que pasa, y lo más triste es que no pasará nada. En parte es culpa de nuestra capacidad de acostumbramiento” a las situaciones, cosas de tanto suceder se vuelven enteramente normales, comunes y corrientes pero que de una u otra manera constituyen nuestra tragedia como sociedad desbordantemente injusta y desigual.

Volvió a suceder. Sucede todos los días, no será la última vez que pasa, y lo más triste es que no pasará nada. En parte es culpa de nuestra capacidad de acostumbramiento” a las situaciones, cosas de tanto suceder se vuelven enteramente normales, comunes y corrientes pero que de una u otra manera constituyen nuestra tragedia como sociedad desbordantemente injusta y desigual.

Esta semana fueron arrollados por un carro de transporte público en Bogotá dos niños de seis y cinco años. El niño, Isaac Garzón, murió; la niña, Tatiana Sierra, sufrió un trauma craneoencefálico y está hospitalizada. El conductor, Wilson Darío Cely, ya sido puesto enlibertad pese a que conducía, según los testigos, de forma imprudente y temeraria, como es absolutamente habitual en Bogotá. Mañana ya habrán efectuado las honras fúnebres y el asunto se olvidará. “Es que hay que tener más cuidado”, no faltara un majadero que lo diga. La vida sigue.

Detrás de esta calamidad está la conocida ‘guerra del centavo’. Los conductores de servicio público libran una guerra por el pasajero, les pagan centavos por cada uno que recojan, no importa en dónde ni cada cuánto. Todos somos testigos de lo caótico y salvaje que es el tráficoen Bogotá. Los conductores de buses, busetas, colectivos y taxis pertenecen a una franja poblacional sobre explotada y mal pagada; algunos de ellos trabajan 72 horas y más a la semana, sin garantías sociales de ninguna especie. Los explotan miserablemente ante los ojosdel mundo entero. Nadie hace nada. Se trata de una situación que a todos afecta, pero que a nadie importa. Es patético. Hay siete u ocho millones de personas perjudicadas pero la indiferencia es absoluta. Así, cada día se pierden millones de horas de trabajo y decenas devidas  humanas pero – repito - no ocurre nada. Buses y busetas recogen y dejan pasajeros en la mitad de la vía, no respetan los paraderos, ni los semáforos ni los cruces ni los carriles ni nada. Es la selva. Impera la ley del más fuerte. De allí el éxito que tienen las camionetas ‘cuatro por cuatro’.

Salir a la calle en Bogotá es estar dispuesto a morir. Toda persona puede ser víctima de la ‘guerra del centavo’ que produce esa neurosis colectiva y desata impulsos homicidas. A algunas personas no debería permitírseles conducir, como al tal Wilson Darío Cely, el que atropelló los niños esta semana. Se dice que tiene acumulados ocho millones de pesos en comparendos, pero ahí estaba - y supongo que ahí seguirá- conduciendo sin que le ocurra nada porque es funcional y útil para la mafia que controla el transporte público en Bogotá. Una ciudadque tiene un tráfico congestionado como muchas otras ciudades del mundo, pero ninguna tan agresiva y violenta como ella porque responde a una guerra singular en la que no hay bandos. La guerra de ‘todos contra todos’, lo más parecido al estado imaginado por Tomás Hobbes.

Se argumenta que faltan vías, que hay muchos carros, que nos falta disciplina y cultura ciudadana, y todo eso es verdad, pero la violencia homicida del tráfico la produce un factor estructural llamado: ‘guerra del centavo’. En ella no hay diálogo, ni proceso de paz, ni derecho humanitario. Nadie se ha atrevido a acabarla, ni Jaime Castro, ni Antanas Mockus, ni Peñalosa ni Garzón, ni Moreno, ni Gustavo Petro, ninguno, todos temen a los poderosos del transporte. En Bogotá cualquier persona puede conducir un taxi, un bus o una buseta. No le exigen ni siquiera que se ponga camisa. Es la lucha por la subsistencia. Ese es el problema. La eterna y miserable ‘guerra del  centavo’ en lo que algún inocente llamara impropiamente la ‘AtenasSuramericana’.

Credito
GUILLERMO PÉREZ FLÓREZ

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