La paz: ¿En el punto de no retorno?

Hace como treinta años, Patricia Lara publicó un libro que recogía una entrevista con Jaime Bateman - en ese entonces el jefe del M19 - titulado Siembra vientos y recogerás tempestades, que en mi opinión fue una especie de biopsia del conflicto armado colombiano.

Hace como treinta años, Patricia Lara publicó un libro que recogía una entrevista con Jaime Bateman - en ese entonces el jefe del M19 - titulado Siembra vientos y recogerás tempestades, que en mi opinión fue una especie de biopsia del conflicto armado colombiano. En él Bateman decía que a su guerrilla le quedaban cinco años para negociar porque el conflicto podía llegar al punto de no retorno, esa frontera en la que ya no es posible devolverse porque sólo cabe guerrear hasta el final, es decir, hasta la victoria o hasta la derrota.

El punto de no retorno supongo fue el que vivieron, cada uno en su momento, Julio César cuando cruzó el Rubicón y pronunció la famosa frase “La suerte está echada” (alea iacta est), o Simón Bolívar en Trujillo, al firmar el decreto de guerra a muerte a los españoles. “Españoles y canarios contad con la muerte aunque seáis indiferentes. Americanos contad con la vida aunque seáis culpables”. En ninguno de los dos casos había vuelta atrás, se triunfaba o se moría. En fin, la historia está llena de ejemplos, fascinantes casi todos, que recogen ocasiones estelares de los conflictos violentos en los cuales se llega a ese momento definitorio.

He estado reflexionando sobre esto para preguntarme si también las negociaciones de paz tienen punto de no retorno, y he llegado a la conclusión de que sí, que sí lo tienen. El asesinato de Carlos Pizarro en 1990, a escasos días de haber firmado un acuerdo con el Gobierno, fue la confirmación de que el M19 había atravesado el punto de no retorno en el camino hacia la paz. Se trató de una circunstancia importante en la historia colombiana, excepcionalmente manejada por Antonio Navarro Wolf, quien asumió la jefatura de ese movimiento y de forma rotunda manifestó que ellos cumplirían los acuerdos, a pesar del crimen. El M19 hubiera podido pretextar este asesinato para devolverse al monte, pero no lo hizo. ¿Por qué? Quizás porque ya se había avanzado mucho como para devolverse. Por fortuna fue así y creo que el país lo ha sabido agradecer.

Los colombianos lo ignorábamos, pero en noviembre de 2011 cuando cayó muerto ‘Alfonso Cano’ el Gobierno y las FARC ya estaban en conversaciones. Para mí, ahí las FARC atravesaron el punto de no retorno de lo que será un largo viaje hacia la terminación del conflicto y la reconciliación, pues a pesar de esto decidieron continuar con el proceso, por ello muchísimas personas en el país creemos que esta guerrilla quiere negociar un acuerdo, tal como lo manifestó el senador Juan Mario Laserna en una brillante entrevista con El Tiempo. Ahora bien, esta semana, el presidente Juan Manuel Santos dijo, en Medellín, que el Gobierno tenía muy claro que “para sentar unas bases sólidas para la construcción de la paz, que impidan que el conflicto se repita, no basta con la dejación de las armas por parte de las FARC”. Un paso de gigante. Afirmó que era necesario construir una Colombia justa, moderna y segura. Con esto antepuso al criterio de seguridad, los de justicia y  modernidad, esto significa una ruptura con su antigua doctrina, que privilegiaba la seguridad sobre todo lo demás. Así, Santos y el Gobierno estarían atravesando ese punto de no retorno, y creo que todas las fuerzas democráticas (de gobierno y oposición), deberían ayudar a que terminen este tránsito, junto con las fuerzas armadas. Y si alguien en el Gobierno no quiere hacerlo debe tener libre el camino.

Por paradoja, quienes más pueden aportar a que crucen el umbral son las propias FARC. Un cese al fuego, unilateral e indefinido, contribuiría muchísimo. Además, preservaría la vida de muchos de sus propios compañeros. ¿Qué sentido tiene derramar más sangre, si ya atravesaron el punto de no retorno? Una reflexión para Semana Santa.

Credito
GUILLERMO PÉREZ FLÓREZ

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