¿Y el Congreso qué?

Una de las asignaturas pendientes que tiene el país es una auténtica reforma política y electoral que garantice transparencia y legitimidad democrática no sólo a la rama ejecutiva del poder público sino a los cuerpos colegiados legislativos (Senado y Cámara) y administrativos (asambleas y concejos municipales).

En la forma como se eligen los miembros de éstos está el núcleo duro de la corrupción. Es algo que venimos escuchando desde hace varias décadas sin que se haya hecho mucho.

Esta semana un informe de la Contraloría reveló que desde 1991, en términos reales, los salarios de los congresistas han crecido en más de 23 millones de pesos: pasaron de 714.665 a 24’054.347 pesos. En el mismo lapso, el salario mínimo pasó de 51 mil 716 a 589 mil 500 pesos. Lo cual significa que, en estas dos décadas se multiplicó por 11, mientras que los ingresos de los parlamentarios por 34. Así, el salario de un congresista pasó de 14 mínimos en el 91 a 40 en la actualidad.

Lo anterior significa un aumento vergonzoso en la desigualdad de ingreso. Pero esto no es lo más crítico, no. Lo peor es la forma en que se eligen estos cuerpos y lo que vale una elección para senado o cámara. Se dice que una candidatura al senado adquiere ‘viabilidad’ a partir de contar con mil millones de pesos. Que los votos no son problema porque se pueden comprar. Viene entonces una pregunta de Perogrullo: Si un senador gana en cuatro años mil 100 millones de pesos, ¿Con qué vive y cubre lo que le cuesta hacerse elegir? Se dirá que una parte con financiación pública y otra con ayudas de los particulares. Aún así, las cuentas no dan. Luego, aquí hay gato encerrado. De alguna parte sale el dinero y todos lo sabemos. De las comisiones de la contratación pública. Es un secreto a voces. Por ello la pérdida de representatividad y legitimidad políticas. En la mayoría de los casos, los senadores y representantes a la cámara representan sólo los intereses de ellos. No se deben ni a un partido, ni a una región, ni mucho menos a unas ideas. Son sólo vulgares empresas electorales.

Se requiere una reforma que asegure transparencia y legitimidad, para que al Congreso lleguen personas con idoneidad y formación, y con solvencia moral. Necesitamos más congresistas que contribuyan a hacer control político al Gobierno, y que ejerzan con dignidad el cargo; que representen intereses de los diferentes sectores sociales y económicos de la sociedad (no intereses personales o familiares), y que garanticen representatividad a las regiones. Que además, estén sujetos al control interno de las propias organizaciones políticas. Judicializar la política no sirve de mucho porque para ello los políticos cooptan a la justicia y a los organismos de control, a fin de garantizarse impunidad. Los partidos políticos tienen que responderle a sus electores por las actuaciones de sus líderes, asumir responsabilidad política. Pero esto depende de la actitud de los ciudadanos.

Hace algunos días me llegó una invitación para votar en blanco para Congreso. Bien, ésta es una forma válida de protestar, no lo niego, pero ineficaz porque al final saldrán elegidos los mismos, y ellos no harán la reforma política que se requiere. De esta manera, se nos va la vida hablando de lo mismo. Del clientelismo, de la corrupción, de las prácticas políticas feudales, etc., etc. No. Así no se avanza en la construcción de una sociedad y un estado auténticamente democráticos. El asunto no es sólo elegir a un buen presidente. Es fundamental tener también un buen Congreso. De lo contrario el Presidente, cualesquiera sea, será ‘secuestrado’ por la maquinaria. Hay que democratizar los partidos para que estos no sean de bolsillo. Ni propiedad de una persona ni una familia.

Credito
GUILLERMO PÉREZ FLÓREZ

Comentarios