El odio como estrategia

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Uno de los problemas de la democracia contemporánea es que gracias al extraordinario poder de los medios masivos de comunicación, tradicionales y alternativos, los políticos y los grupos de interés tienen mayor capacidad para confundir al elector e intoxicarlo con bajas y sucias pasiones, y obligarlo a que tome partido por un bando u otro, sin que medie ningún tipo de reflexión. El objetivo es que la gente vote por un candidato para que expíe el odio hacia otro. Ese es el juego. Un juego peligroso, sobre todo en un país en donde la gente se va a las manos fácilmente.

La historia de los odios en la política colombiana es legendaria. Desde los tiempos de Bolívar y Santander. El odio político hizo que en el siglo pasado liberales y conservadores se mataran a cuchillo y machete. Nunca supimos con exactitud cuántos muertos cobró esa ‘guerra’. Más de 300 mil dicen, pero nadie sabe.

Lo cierto es que miles de familias campesinas sufrieron dicho odio con muerte, destierro y despojo, y que aún no salimos del todo de esa espiral de violencia en que nos metieron. Es una historia ampliamente documentada, pero al parecer los pueblos olvidan pronto.

Hace unos años los candidatos y partidos contrataban expertos en economía o en ciencias sociales, famosos gurús que ayudaran a elaborar el programa de gobierno para atraer a los votantes.

Hoy la cuestión es diferente, se emplean expertos en rumorología, que al parecer es la nueva ciencia política. El fin es intoxicar a la gente, hacer que odie y luego ofrecerle la urna como bálsamo para que libere el odio votando contra quien odia.

En realidad es un juego simple. Hasta hace un par de décadas, en los pueblos la herramienta era el panfleto apócrifo que destruía y propagaba el odio como un virus. En la Colombia de los años 40, el líder conservador, Laureano Gómez, hizo célebre la divisa: “Calumnien, calumnien, que de la calumnia algo queda”. La estrategia consiste en repetir una mentira (o una verdad a medias) una y otra vez hasta que la gente crea.

Un reciente sondeo revela que el ultraderechista Frente Nacional, de Jean Marie y Marine Le Pen, ganará en Francia las elecciones europeas del próximo 25 de mayo.

El FN es un partido xenófobo y debe su auge a que consigue que los franceses pobres y desempleados odien a los turcos, a los argelinos, a los marroquíes y a todos los extranjeros, a quienes culpan de sus desdichas. En la Alemania nazi, Hitler, Göering y Goebbels lograron (mediante propaganda) que se odiara a judíos y gitanos.

Eso les permitió asesinar y esclavizar a más de seis millones de personas y apoderarse de sus riquezas. Luego vino la guerra, murieron 60 millones (40 millones de rusos), y Europa toda quedó destruida. Son ejemplos históricos de la instrumentalización del odio.

Envenenar a la gente con mentiras y odios parece ser la estrategia que comienza a prevalecer en la actual campaña presidencial en Colombia.

Y cada quien tiene derecho a odiar, (en particular si le han matado a su padre o siente envidia de un primo), pero no a propagar el odio ni mucho menos a lucrarse de él arropándose con falsas banderas de justicia y de amor patrio.  

Credito
GUILLERMO PÉREZ FLÓREZ

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