Caso Kathy: una gran muestra de intolerancia

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El infortunado deceso de Kathy, la perrita arrollada por un vehículo en plena carrera Tercera de Ibagué, en lugar de haber conmovido y “sensibilizado” a la población como algunos lo aseguraron, dejó entrever una tremenda actitud de intolerancia e irresponsabilidad por parte de muchos ciudadanos.

Personalmente no me cabe duda de que la conductora del vehículo no tuvo la más mínima intención de hacer daño al animal. Ni siquiera me sorprende que se haya querido ir del lugar, porque es la reacción natural de cualquier ser humano cuando se ve en peligro.

embargo, para muchas de las personas presentes el hecho fue tan “grave”, que reaccionaron en una forma desmedida causando daños materiales, psicológicos y morales.

De manera paradójica, en el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia Contra la Mujer, esta dama fue víctima de maltrato verbal y psicológico por los innumerables insultos que cayeron sobre ella, adicionalmente fue víctima de maltrato físico, porque los enardecidos ciudadanos trataron de volcar su vehículo, dejaron marcas en la pintura, y lanzaron piedras, otros elementos contundentes e incluso los fluidos del animal -al vehículo-.

Los hechos reprobables también se extendieron a las redes sociales, en donde muchos lanzaron insultos y acusaciones sin siquiera conocer las circunstancias que rodearon el hecho, y otros pocos que si las conocían, en un censurable acto de irresponsabilidad se dedicaron a azuzar el escándalo.

No contentos con semejante reacción, al día siguiente los flamantes “defensores de animales” continuaron los insultos al frente de una entidad que no tenía nada que ver en el asunto, con el claro propósito de seguir dañando el buen nombre y la reputación de una persona que, a mi parecer, no merecía en absoluto este tipo de trato de sus conciudadanos. Encima de todo, salió a flote la deshonestidad de algunos, que tratando de aprovecharse de la situación, fueron en búsqueda de una indemnización por la muerte de Kathy.

Lo raro es que al animal le aparecieron no una, sino más de tres personas que aseguraron ser sus propietarios.

Personalmente me quedan muchas inquietudes al respecto de este episodio. En primer lugar me pregunto si acaso la infortunada muerte de un animal vale más que la integridad y dignidad de esta persona que tuvo que ser sacada del lugar en una grúa con ella al interior del vehículo, para evitar que fuera agredida por la muchedumbre.

También me caben dudas sobre la autoridad moral de aquellos valientes “defensores de animales”, que aparte de las lánguidas protestas por la utilización de animales en el circo o por la realización de las corridas de toros, no se les conoce hechos en bien de los animales callejeros. Además, me inquieta por qué en lugar de socorrer al moribundo animal, todos actuaron como jueces impolutos, desconociendo que una situación como esta a cualquiera se le pudo haber presentado.

Para concluir, creo que esto debe hacernos reflexionar respecto a la responsabilidad que tenemos en la construcción de una ciudad en la que reinen la paz y la convivencia ciudadana, que no admite actitudes como pretender tomar la justicia por cuenta propia, sino, por el contrario, precisa que ante situaciones como esta tengamos la capacidad de actuar bajo un espíritu tolerante, respetuoso, solidario, y, sobre todo, que primen la vida y la dignidad humana por encima de todo.

Credito
CÉSAR PICÓN

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